62. Notas necrológicas (suplemento dominical)
por Nacho Mirás Fole
Quién me iba a decir que iba a acabar echando de menos a mi hijo saltándome sobre la barriga a las siete menos cuarto de la mañana como un Hulk Hogan enano al grito de «¡Quiero el desayunooooo!».
-Mikel, silencio, que aún es de noche y despiertas a tu hermana y a los vecinos.
-Pero va a ser de día. ¡Quiero el desayunooooo!!!!
La de este domingo será la tercera mañana sin invasión bárbara, me quedan otras cuatro y, aunque el cuerpo lo agradece, el corazón lo añora. Los padres y las madres, en el fondo, somos unos blanditos. Nos tragamos tostones pediátricos sobre la cría de la camada para acabar haciendo lo contrario de lo que recomiendan los manuales mientras cedemos espacio, edredón y derechos humanos.
El caso es que, como cantaba Julián Hernández sobre la base musical que se curró con Alberto Torrado «aquí estoy, tumbado a la bartola, no estoy para nadie ni siquiera para ti….«. Sí que estoy, pero lejos, gastándole las aceras al Ajuntament de Barcelona. Pueden estar tranquilos, doctores: estoy caminando incluso más que antes. Hoy han sido cinco horas sin parar. Voy a tener que lanzar una campaña de crowdfunding para cambiar de zapatos, que calzo pies caros y del 45.
Ayer, mientras recorría el barrio gótico, me pasó por delante un telepredicador en patinete gritando que solo Jesucristo es la salvación y a punto estuve de subirme con él. Después me lo pensé mejor y lo dejé marchar: «Mi cáncer está en manos de los médicos, que Dios toca de oído, ¡pámpano!» No creo ni que me oyese de lo acelerado que iba. El apostolado en patinete solo es posible en un sitio cosmopolita como Barcelona.
Aunque al caminar solo tanto tiempo la cabeza no para, en general me encuentro bien. Sí, me he echado un par de lloradas, entraba dentro de lo posible. No tengo síndrome de abstinencia de la quimioterapia y las secuelas de la radio las voy paliando con una crema especial para pieles irradiadas que cuesta 24 euros. Un pastón para uno que siempre ha sido de Deliplus.
Aunque el historial clínico lo he dejado por una temporada en Santiago, no me he desconectado del todo. La radio online me permite subir el Paseo de Gracia escuchando las necrológicas de Radio Galicia. Tiene su coña pasar por delante de la casa Batlló, muy cerca de donde me alojo, mientras el locutor de la SER te cuenta en streaming que don fulano de tal «falleció en el día de ayer confortado con los auxilios espirituales». Gaudí y la Funeraria Compostela. Surrealismo ultraterreno.
Ahora me voy a poner en plan profe de redacción informativa de primero: ¿No va siendo hora de revisar la redacción de las esquelas? ¿De verdad todo dios se muere confortado con los auxilios espirituales? ¿Y si no había cura a mano? ¿Nadie se muere de repente? ¿Por qué las familias de las esquelas siempre dan «las más expresivas gracias»? ¿Por qué los autobuses se llaman todavía ómnibus? Y eso de «descanse en paz» qué es, ¿un deseo o una orden? Seguro que si pensamos un poco nos salen unas necrológicas mucho más del siglo XXI. Las esquelas que de verdad me gustan son las de los periódicos, porque al finado que tiene mote lo entierran con él y, si no le gusta, se jode en el más allá. Una cosa os digo: si en la mía me dicen «el señor Don Ignacio Mirás Fole falleció en el día de ayer confortado con los auxilios espirituales, descanse en paz» y es cierto que existe el otro mundo, juro que regreso y me aparezco en el estudio como Jacob Marley ante Ebenezer Scrooge. Y os cagáis, compañeros y viuda.
Volver a Barcelona sin un trozo de cerebro -ya sabéis, donde tenía almacenada, además del tumor cancerígeno, una buena parte de mi memoria olfativa- está siendo una experiencia. La ciudad me huele como la primera vez que desembarqué aquí, con 18 años y una mochila a a la espalda, para convertirme en periodista. Y casi acojona cómo cada olor me hace viajar con precisión a momentos concretos de hace 24 años. ABC publicó el otro día un reportaje muy interesante sobre cómo funciona esto de la memoria olfativa. Si los investigadores necesitan voluntarios no tienen más que llamar.
Y voy a tener que mirarme lo de los súper poderes: ayer, en la nevera de una tienda, le eché la mano a dos latas de Coca Cola Light y no lo creeréis: me salieron, por riguroso orden de llegada, que también es alfabético, los nombres de dos novias que tuve. Las bebí por orden, claro, como las viví. Al día siguiente, un quiosquero del Paseo de Gracia me despachó otra que decía únicamente: Papá. ¡Joder con la antena de titanio!
Ya que estamos: ahorraos los comentarios acerca de que no beba Coca Cola. Estoy de vacaciones y hago lo que me da la gana. Gracias, en cualquier caso, por el interés, pero yo siempre he creído que la línea que separa el cariño del control es tan estrecha que se pisa con facilidad.
Como suplemento dominical voy a rebobinar solo hasta el 2013. Hoy hace justo un año que publiqué esto en el blog. Es un obituario, un género periodístico que para nada es menor. Es periodismo mayúsculo. Se lo dediqué a Manuel Comesaña Sieiro, padre de mi amiga Pilar, que falleció el día 5 de marzo del año pasado. Como en Galicia somos muy dados a los aniversarios, del cabodano, lo repito como lo escribí en su momento, desde las tripas. Al final, como siempre, los minutos musicales. Para Pilar Comesaña y para Alberto Casal. Porque la memoria olfativa la tengo alterada, pero la afectiva ha salido reforzada de la serrería. Sé que ellos brindan por mí. Y yo les correspondo hoy.
El señor Comesaña. In memoriam
Publicado el 9 de marzo del 2013 en http://www.rabudo.com
Me da que hoy me va a salir una historia larga y un poco interior. Porque una cosa es opinar de ministros homófobos que se baban en el nombre de Jesucristo y otra diferente que la realidad más cercana, la tuya, chasquee los dedos y encienda la luz en pasillos tan remotos de tu memoria que ni sabías que conservabas. Eso me pasó hoy, a primera hora de la mañana, cuando leí en Twitter que se había muerto Manuel Comesaña Sieiro, el “señor Comesaña”.
En los recuerdos de mi padre, que tiene una mente privilegiada para el rebobinado, hay muchas maneras de referirse a la gente con la que, en algún momento, se ha ido cruzando en la vida. Si apostilla que alguien era un hijo de puta es que, sin duda, y de manera objetiva, lo era. Pero si delante del apellido utiliza el “señor”, entonces podemos estar seguros de que esa persona merecía semejante trato; de que era una buena persona. En mi recuerdo infantil que hoy resucitó Twitter no existe Manuel Comesaña, sino el “señor Comesaña”, un buen hombre. ¿Y en qué momento me crucé yo, redactor de La Voz de Galicia e hijo de un obrero de Lavadores, con el consejero delegado de Faro de Vigo? Pues os lo contaré en este ejercicio de divagación de un miércoles por la noche, en plena convalecencia de una operación de fondos. Me podría inventar una historia con toques intelectuales, pero no sería cierta. Prefiero la simpleza de la verdad.
Hace muchos años, cuando yo era un niño sin firma que quería ser carpintero o veterinario -influenciado por mi tío Antonio en la primera opción y por Félix Rodríguez de la Fuente en la segunda-, me presentaba como el segundo hijo de Mirás, el del aluminio. No era poco, pero tampoco era más. Mi padre, herrero y cerrajero de profesión, se embarcó a finales de los años setenta en la aventura de cerrar Galicia con aluminio, justo en el momento en el que ese material liviano y resistente empezó a sustituir a la madera y al hierro en ventanas, galerías, puertas de entrada, mamparas de baño y muros cortina. Hasta los nichos se cerraban con aluminio. Con esfuerzo y tesón, mi padre se hizo un nombre en el mundo del anodizado.
Mirás milimetraba la realidad que su competencia, a menudo chapuceros pluriempleados de Citroën, resolvía en centímetros. Respetaba escrupulosamente los noventa grados del ángulo recto. Y predicaba que la herramienta es la mitad del obrero; que el pie de rey es más importante que el propio rey; y que hay un sitio para cada cosa y que cada cosa va en su sitio. Y, al terminar, dejaba las casas más limpias de lo que se las había encontrado. Sus clientes le agradecían de corazón el trabajo riguroso y solvente no ya pagando religiosamente la factura, que también, sino recomendando a otros los servicios de una carpintería que estaba en la vanguardia del anodizado en Vigo y su área de influencia.
Con los años, la cartera de pedidos de mi padre se llenó de nombres importantes de la ciudad en los años ochenta. Apellidos como Sirvent, Valcarcel, Sensat, los orfebres Hernández, el propio Comesaña y tantos otros reclamaban con frecuencia los servicios de Mirás para que aluminizase sus vidas o las de sus amigos. Yo lo vivía en primera persona porque, como hijo de obrero, acompañaba a mi padre en las distintas fases de su trabajo, sobre todo en las larguísimas vacaciones de verano. De esta manera, con el salvoconducto de talleres Miral -sesudo acrónimo de Mirás-Aluminio- accedía en calidad de becario del tornillo de rosca chapa a las vidas íntimas de otros, a menudo, importantes, ricos y, en ocasiones, incluso famosos. Y presenciaba, sin intervenir, interesantísimas conversaciones entre los clientes adinerados y Mirás “el del aluminio” que, aunque se sacó el graduado escolar cuando hizo la mili en Santiago, era capaz de hablar con tanta soltura de los temas más variados que no era raro que le preguntasen: “Y usted, ¿en qué universidad estudió? “En la del Pisiñas*”, respondía, por lo bajo, cuando el cliente ya no estaba delante. A mí se me hinchaba el pecho, claro.
La familia Comesaña vivía en la calle García Barbón. Su pedido llegó a mi padre por mediación de Martín, un carpintero amigo. “Mirás -dijo- hay que colocar mamparas de baño en casa del señor Comesaña. Tiene que ser un trabajo impecable, ya sabes lo importante que es esta gente”. Aunque mi padre, hoolligan de La Voz de Galicia, solo leía el Faro de Vigo para contrastar las esquelas, respetaba la posición de su consejero delegado y sabía perfectamente el terreno que pisaba. La sorpresa de aquel encargo vino cuando el carpintero explicó que no eran uno ni dos, sino cuatro los cuartos de baño en los que había que intervenir. Y todos en la misma vivienda. Fue la primera vez en mi vida que vi un piso con semejante despliegue sanitario; aquello era hacer caca en otra división.
El caso es que mi padre y su equipo instalaron las cuatro mamparas, las acristalaron y las sellaron con su silicona aprovechando una ausencia de la mujer del señor Comesaña. Acabaron en tiempo, forma y sin salirse del presupuesto. Lo que nadie se esperaba era la reacción de la señora a su regreso.”¡Quitad eso de mi vista!” “¡Os habéis vuelto todos locos! ¡Fuera eso os digo!” Qué papelón. La dueña de la casa, todo carácter, a punto estuvo de desatornillar ella misma la obra y defenestrarla, lo que seguramente hubiera causado una catástrofe en pleno centro de Vigo, repleto de Vitrasas**. Las mamparas de baño en aluminio eran una novedad a la que había que acostumbrarse; nadie estaba habituado a ducharse dentro de una cabina de teléfonos. Hicieron falta varios días y varias personas para calmarla. “No se preocupe, Mirás, se le pasará”, le decía su marido a mi padre tratando de tranquilizarlo. Como al final cobramos y nadie nos volvió a pedir que arrancásemos los cierres, supongo que la familia se adaptó a aquellas polémicas correderas que yo vi instalar en calidad de observador neutral. Nunca hasta hoy le había dicho a mi admirada -y querida- Pilar, con la que me crucé cuando ya era un poco menos el hijo de Mirás el del aluminio y más el Mirás de La Voz, que yo, de niño, hice pis furtivo en alguno de los cuatro cuartos de baño de sus padres. Espero que no me lo tengas en cuenta.
De aquel campamento urbano del aluminio saqué otras experiencias interesantes. Como cuando le fuimos a instalar la doble ventana a los orfebres Hernández en su piso de la Gran Vía y descubrí, hibernando en un sofá, al mismísimo líder de Siniestro Total. “Julián, tienes que levantarte, que vienen estos señores a colocar las ventanas”, le decía cariñosa su madre. Siniestro Total estaba por aquellos años en pleno fragor. Las noches acababan de día. Que mi padre tuviese autoridad para levantar a Julián Hernández de su propio sofá me parecía algo prodigioso, fuera del alcance de cualquiera de mis compañeros del colegio Lope de Vega.
Gracias a la moda del aluminio anodizado pude subir también, en varias ocasiones, a lo alto de la torre de la isla de Toralla, un territorio entonces vetado al pueblo llano. Y comprobar que, en efecto, ese adefesio erecto en medio de la ría se mueve con el viento. La furgoneta de Talleres Miral era como una ambulancia de la Cruz Roja, capaz de hacer que se levantase cualquier barrera, ya fuera en los pisos más exclusivos o en los chalés con mejores vistas de la ría. Fueron buenos tiempos hasta que vinieron los malos. Pero esa es otra historia.
Hoy, una nota necrológica -notas tristes, las llamaban antes en la radio- me ha devuelto a mi origen obrero. Y me he puesto nostálgico. Tenéis que perdonar que le dedique este recuerdo íntimo a Manuel Comesaña Sieiro, al que mi padre todavía llama “señor”. Y a Pilar, sobre todo a Pilar. Con todo mi cariño.
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*El Pisiñas era el mote de guerra de Manuel Fernández Novoa, maestro de la escuela unitaria a la que asistió mi padre hasta que, a los doce años, tuvo que dejar de estudiar para ponerse a trabajar. Es autor de una recopilación titulada Anaquiños, lecturas gallegas, con la que mi padre aprendió a leer, obra de culto todavía hoy en casa.
**Vitrasa: Acrónimo de Viguesa de Transportes S.A. que, por extensión, da nombre a cualquier autobús urbano en la ciudad de Vigo, como ocurre con las Villavesas de Pamplona.
Una de cal, otra de arena. En riguroso diferido, Assumpta, la canción de Siniestro Total que habla de una chica muy mona que vivía en Barcelona. Bona nit.
Fantástico Nacho!.
Ojalá te sirvan estos días para evadirte y para llorar. Para querer aún más a los tuyos. Para lo que quieras. Pero sobre todo, para que te des cuenta de que eres un » monstruo» de las palabras. Sigue disfrutando a tope, que nosotros leyéndote, hacemos lo mismo. Y ponte la crema! Que a las del Deliplus ya volverás en verano.
Animo que lo estás machacando!,ya queda menos
Aquí che estou, na cociña da miña casa en Salgueiriños disfrutando do sol que entrá pola ventá. Se non o sinto, non o creo. E léndote. Como fago todos os días e como recomendo que fagan outros. Apertas de Élida e a ver se a próxima vez que nos vexamos temos tempo de tomarnos unhas cervexas.
Totalmente de acuerdo en lo de la redacción de las necrológicas.En lugar de dar pena suena ridícula la letanilla de siempre, estando tu en La Voz a ver si consigues cambiarlo
Superpoderes ya tenías, Nacho. Escribes de una manera que duele dejar de leer. Y duele seguir leyendo… ¡Qué ganas tengo de que se te aligere esa losa que te ha caído! ¡Y que desaparezca! Gracias por lo duro, y gracias por las risas.
Veo que Barcelona y su mediterráneo te han inspirado y mucho. Casi me haces llorar con lo de las necrológicas… pero de risa… Quizás, sería interesante que cada uno de nosotros escribiéramos nuestra necrológica y nuestro epitafio antes de ese paso a otra vida y no dejar este importante legado literario a los que nos recordarán por un periodo corto de tiempo… pues otros vendrán!
Disfruta….
Barcelona siempre es especial, y deja morriña, por lo menos a mi, ¿o será que la morriña me es intrínseca porque soy gallega?, no lo se, pero de vez en cuando me doy una vuelta por ahí y recargo las pilas
Me sumo a quien con gran criterio dice que duele dejar de leerte y que hay ganas de que la losa, deje de pesar. Espero que con la brisa mediterránea el moho esté pasando a nivel de hacerle una buena necrológica. Disfruta con rellenar tu memoria olfativa. Saludos
Por la parte que me toca, perdona por el comentario de la coca cola. Una atrevida, dando consejos, me salió la vena madraza, no volverá a pasar. Un saludo.
La última vez que estuve en Barcelona, fue en la consulta de un médico privado. Al ver el premio que portaba dentro del cráneo, decidió que no quería un fiambre en su quirófano y con muy buenas maneras, me señaló donde estaba la puerta, deseándome mucha suerte. Comprendí como elaboran las listas de éxitos los centros privados, escogiendo solo a los pacientes con buen pronóstico. Menos mal que la sanidad publica le mete mano a todo lo que entre por la puerta, un pequeño detalle que me ha hecho la vida más feliz o simplemente me ha hecho la vida.
SANIDAD PUBLICA FOREVER !!!!!!!
Feliz estancia en Barcelona. Vuelve pronto que aquí escribes más.
13 compostela 9 de marzo
saúdos ao llobregat
estiven no teu sarela
nove de marzo as mulleres
deron vida a compostela
coas pancartas violetas
chegamos até a quintana
parentes teus e amigos
se cadra tamén estaban
menos mal que nos queda
que nos queda portugal
que triste que as mulleres
teñan que ir alí abortar
graciñas polas memorias
desta cidade da ría
agora xa sei a orixe
da escola do pisiñas
Reblogueó esto en Raiola.
Reblogueó esto en Raiola.
Pues aqui estamos en barcelona si necesitas algo dimelo , a tu disposocin , aunque se que tienes buenos amigos aqui
neno , volve pronto, botote de menos polas noites
Sabes no te conozco pero una compañera me enseñó tu blog y aparte de que eres entrañable, me rio muchisimo, no dejes de escribir,te leere todos los dias, con los ojos humedos de la emoción, Lucha valiente!!
Mereces este descanso e coma non que en Barcelona, poidas votar fora toda a humidade do longo inverno de Compostela.
Non nos esquenzas porque vostede Sr Miràs xa e un mais da familia lembreo.
Enhorabuena Nacho por esta blogoterapia! Desde que te descubrí no dejo ni un solo día de leerte. Me recuerdas a un «amigo» que hace algunos años estaba yo pasando un «mala racha» y me escribía todos los días, casi tan bien como tú, me hacía reír, llorar, sonrojarme, y sobre todo animarme!! Yo le llamaba PROZAC, para mí tenía el mismo efecto. Créeme creáis adicción…..
Eso mismo haces tu con tus palabras!
Tu siempre acabas con banda sonora, hoy yo te propongo una que me transmite energía positiva…. y encima te va que ni pintaó!! paseando por Barcelona….. Cuidate mucho y no dejes nunca de escribir.
Mediterráneamente de Love of Lesbian:
Que bien escribes Nacho! Te diré que yo leo a diario las esquelas en La Voz; es una tradición familiar que no soy capaz de dejar. Me llaman mucho la atencion los sobrenombres. Y tengo recortada una esquela de hace unos años en la que los nombres de los hermanos son: Ita, Ilde, Lismari, Aluli, Amapi, Chuca, Yalo, Nena, Chata, Goguis, Chuchi, Nene, Pololo y Pacho. Que me dices? Es friki o no?
Zapatos del 45…Como aquella ametralladora con la que volaba años atrás y, más de treinta, con la que hice saltos envuelta en paños de algodón y lino que apoyada por un pie al que llamábamos zapato pesaba un güevo y parte del otro.
Del 45 también uso yo ahora, incluso escalando; menos en el Galiñeiro que por entonces era algo menos…y más joven.
Tus expresiones son tan cercanas que a veces pienso si el universo sólo ése, la circunvalación al Calvario, Sobreiro y Lavadores de espaldas y con los ojos cerrados…silvando para no cercenar la trayectoria de la gente cangreja.
Deicaludos sinceros :)´