140. Mucho más templado que ayer

por Nacho Mirás Fole

Me voy mucho más tranquilo a la cama aunque solo sea cubriendo unas pocas líneas en el parte de guerra, que sé que ayer os transmití tanto frío que los de Red Eléctrica Española estaban esta mañana contando dividendos porque un montón de gente subió la calefacción a lo loco porque uno de Santiago que escribe de noche tenía el cuerpo destemplado.

No sé si ha sido la visita relámpago a Vigo de este mediodía, el bacalao medicinal de mi madre, el ibuprofeno con arginina o una sesión completita de gaita electrónica que acabo de terminar -o todo junto-, el caso es que hoy voy a tomar la horizontal en muchísimo mejor orden de marcha que ayer, y espero que peor todavía que mañana. Será por la mañana temprano cuando aterrice en el Monster’s Garage de la oncología compostelana para meterme en la vena el primer lingotazo de CPT-11, el suero químico del profesor Bacterio que tiene la encomienda de mantenerme de cuerpo presente en este bosque animado. No es un chupito y ya está, que son horas conectado al surtidor, lo sé bien. Si me dejan los dedos libres, tengo pensado escribir allí mismo, chutado, las primeras sensaciones que se me presenten. Igual hasta digitando en un teclado corre mejor la infusión citotóxica y penetra en la mancha como un prelavado. Si la radioterapia fue la churrería, la quimio será mi hermosa lavandería. ¿Chorrito suavizante, señor? ¿Le pongo Kalia?

Mucho me acuerdo de cuando el año pasado, más o menos por estas fechas, el doctor García Allut me decía aquello de «si no estuviera asustado, sería usted un insensato». Y claro que le tengo miedo a ese bar intravenoso de Mad Max a cuya selecta clientela paso a formar parte desde mañana, pero de verdad que me voy con otro cuerpo a la cama hoy que no es aquel prestado de ayer, que me venía tan grande que parecía de Saldos Arias. Qué mal rollo tenía ayer, amigos. Pero me sentó bien sacudirme las pulgas en público; bien saben los psicólogos y los curas que algo tiene esto de la confesión que funciona.

Noto que me sienta fenomenal moverme, ya no digo salir a la calle, sino cambiar el decorado completo. Lo de Vigo de hoy, el bacalao de mami que estaba que lo flipas, que me lleven a ver el mar… yo qué sé, cualquier cosa que sea salir de la rutina. La hospitalización domiciliaria tampoco es la hostia, todo aburre. Además, tu casa es un hospital en el que vive gente ¡que está sana!

Esta semana tengo pensado ir a Ourense -todavía no sé qué día-, quizás vuelva a las Rías Baixas o suba a A Coruña… todo depende de cómo el CPT11 me deje las tripas y las ganas. Bueno, eso y el mantenimiento de la AP-9 en sentido Pontevedra, que tiene más marcas en el asfalto que yo ahora mismo en la cabeza. Vale que no suban el peaje, pero mantengan la infraestructura, hostia, que los doloridos que nos movemos arriba y abajo por la autopista que cruza Galicia de norte a sur nos resentimos en cada desplazamiento y ustedes parece que solo piensan en la caja. No, no hablamos de la misma caja, créanme.

Musicalmente, hoy he compartido escenario en el MacBook, gaita electrónica en mano, con la plantilla de Milladoiro, con Roi Casal, con Laura Quintillán… Me he colado en aquel concierto enorme que dieron en el Teatro Rosalía de Castro de A Coruña hace unos años, una actuación en la que sale todo el repertorio con la que me hice mayor con una gaita debajo del brazo. Sí, amigos, yo fui un niño atracción y bien que lo agradezco.

Por cierto: permanecen intactas todas las digitaciones, doctores y neuropsicólogos implicados. Picados, trinos… todo. Igual soy un chulito, pero estoy obligado a evaluarme, que solo jodería que el doctor Ángel Prieto me hubiera arrancado con el tumor la partitura de Na Cruz da Lobeira, con lo que disfruto esa fusión perfecta entre una muiñeira gallega y una danza vasca, bien sabes Kepa. Paso de repetir listas de palabras y series de números. Me basta con constatar que la cablería que une las neuronas y las muiñeiras está intacta, así que ni me convoquen a futuros controles, que le ahorramos pasta y tiempo al sistema. Dentro vídeo:

Acabo: ¿Qué apostamos a que entre mañana y el viernes, sin que los que ahora tutelan mi pasta porque así lo determina nuestro sistema burrocrátrico me ingresen la paga de Navidad -como estoy enfermo cobro cuando les sale a ellos de los huevos, ya sabéis como va-, me piden algún papel, informe o declaración de amor que demuestre de nuevo que tengo lo que tengo? Por si acaso, si leen esto, aflojen la mosca antes y pidan después, que tengo la mala hostia a chorro libre y el día se me hace largo, sobre todo el día de mañana, el primero en una serie de muchos que me esperan con las venas abiertas en canal.

Gracias a los que todavía no habéis desertado y seguís al pie del cañón. Anda que no sois majos ni nada… Si tenéis libros -me refiero al mío- y los queréis regalar firmados no tenéis más que pegar un silbidito y voy. Conste que ya le he firmado a una señora que me paró por la calle sobre un ejemplar de Follas Novas; disculpe el atrevimiento, doña Rosalía, la mujer se empeñó y tampoco me pareció propio hacerle un feo. «Es que del tuyo no quedaban», se justificó la lectora.

Nada, ya os cuento mañana cómo me entra la primera.