154. 23 de enero. Mucha carrera.

por Nacho Mirás Fole

No me puedo quejar. A 48 horas de la última sesión de quimio, las tripas siguen en su sitio y eso no es una circunstancia menor para un fulano en mis circunstancias. Pero esta enfermedad y su tratamiento son como el Camino de Santiago, que no te regala nada: después de un llano o una bajada siempre lo pagarás con una cuesta arriba. Siempre. Me lo enseñó a pie de obra el sobrino de la Tía Claudina, que tiene las piernas muy trabajadas en los caminos que a Compostela son.
La etapa de la montaña de ayer incluyó una dolorosa a la vez que entretenida migraña de unas cinco horas de la que hoy, cruzo los dedos, no queda ni un poco de serrín. Acabé con toallas frías sobre la cabeza.
Ya saneado, puedo dedicar esfuerzos a los planes laborales y académicos que se me presentan, porque no seré yo el que eche el freno en plena carrera. Y confío en el apoyo inquebrantable de mi entorno, como hasta ahora, para el logro de mis objetivos. De verdad: no hay nada más negativo para un enfermo que la sobreprotección. Mucho me acuerdo de una frase que le oí a alguien una vez: «¡Estoy enfermo, no estoy inútil!».
Como el ánimo suele ir emparejado con las condiciones físicas, mientras la carrocería vaya tirando yo no tengo pensado venirme abajo. Y lo que tenga que venir o no, ya sucederá. O no.
Después de un año y tres meses de baja, empiezo a desubicarme en los días de la semana. Así que, una vez confirmado en el móvil que es viernes, mis mejores deseos para el fin de semana, que promete más sol cuanto más al sur (de Galicia). El sol es vida; la humedad…musgo y moho.