rabudopuntocom

"El amor es algo muy resistente, se necesitan dos personas para acabar con él" José Luis Alvite

181. ¡Ya no soy zurdo!

Acabo de reparar en la transcendencia de la metamorfosis de la que he sido objeto: Me han dado la vuelta. Si llego al 4 de julio cumpliré 44 años y habiendo dejado de ser zurdo, una condición con la que nací y de la que desconocía que se pudiera desertar o dimitir. Era yo, antes del cáncer, todo lo zurdo que un niño zurdo puede ser: para comer, para escribir… para todo. Muy hábil con la izquierda y un completo inútil con la derecha. Pues todo eso ha cambiado poco a poco y ahora manejo mis extremidades con una terrible dificultad: porque he dejado de ser zurdo, pero tampoco soy diestro. Esta incapacidad adquirida me limita hasta la desesperación. Me ha costado escribir esta lamentación, para que os hagáis una idea, cerca de cuatro horas repartidas en dos días ¡Na miña vida! El gran bajón ha sido descubrir que mis hemisferios cerebrales, por dos veces aserrados, van tan a su bola que no sólo no puedo escribir a máquina con una mínima soltura. Tampoco puedo hacerlo a mano, ni rematar el fondo de un yogur sin pedir ayuda, caminar sin apoyarme en una muletilla plegable…. Musicalmente, sin apenas sensibilidad en la mano izquierda, incapaz de coordinar ambos brazos en un simple ejercicio de percusión, me siento más inútil que Louis Armstrong intentando atacar con una trompeta de hormigón el pasodoble España cañí. Del gaitero y percusionista que fui solo queda ahora mismo el envase y no, no pierdo la confianza de resucitar en un cenicero como un fénix del folclore. Pero, de momento, tengo que acostumbrarme a mi nueva condición de perro de escayola. A este paso, acabarán cambiándome la consulta del clínico por una cita en Talleres Bastón. Claro que, con tipos como Xabier Díaz sueltos, maldita falta hace un gaiteiro cojo como yo. Dalle, Xabier.

180. Movilidad reducida

He llegado a ese punto de fatiga, a ver si me explico, en el que me resulta más fácil acercar la cabeza a la cuchara que acertar con el cubierto en la boca. «Aprende del niño», me dice mi suegra. Hay que ver la técnica depurada que tiene el enano, es cierto. Tendré que esperar todavía unos días para saber si resulta el rediseño de dosis y fármacos en el caldero del druida neurólogo Prietix. Más nos vale, porque hay momentos en los que ya dudo de si vale la pena el precio físico de la supervivencia. ¡Claro que sí, idiota!, cantaréis a coro. Pero lo que llevo encima y cómo lo llevo, creedme, solo lo entendemos los del gremio.
Por mi cuenta, sin receta, he comprobado otra vez los efectos positivos que tiene tocar una gaita electrónica para recuperar destreza y coordinación en los dedos ¿No me podía desgravar la idea? Es que entre el gasto farmacéutico, la fisio, el material ortopédico y el calzado que me ayude a sostenerme, tengo el culo pelado.Y Hacienda me reclama una pasta «porque el año pasado «tuvo usted cuatro pagadores». Váyanse un poquito a la mierda, oigan, desde el cariño lo digo. Una empresa y una universidad son dos pagadores. Que la legislación me impusiera una mutua y a la Seguridad Social mientras resolvieron mi situación es culpa suya, pero ahora lo pago yo.
En unos días me volveré a pelear con el sistema par pedir la tarjeta que me permita aparcar en zonas reservadas a personas con problemas de movilidad, que es lo que soy yo ahora mismo, pero tengo que volver a demostrarlo. No es ningún privilegio, es una necesidad. Ojalá no me hiciera falta. Me acuerdo de un familiar lejano que se enfrentó hace años con mis padres porque creía que siempre estábamos «disfrutando» del nicho familiar. «¡Pues métete tú dentro, cabrón!», zanjó Mirás. Con lo de las plazas para discapacitados es lo mismo. Me voy a la cama, que no me piden papeles.

179. Descoordinado y perdido

Es ciertamente asombrosa la cantidad de episodios intestinales opuestos que puede vivir el mismo ser humano en el espacio de unas pocas horas.No me extenderé más allá de la escatología general básica, pero creedme si os digo que creí reventar.
Hoy lucho con mis extremidades: adiós al excelente mecanógrafo que fui. La coordinación entre los dedos y el cerebro es lamentable. tengo que pedir asistencia para cosas como abrocharme, calzarme… La independencia a la mierda. Un podólogo, una fisioterapeuta… hasta he tenido que hacerme con un bastón plegable que me ayude a mantenerme vertical. Este jueves toca de nuevo resonancia magnética de seguimiento de mis acontecimientos cerebrales. He tenido que cancelar algunos compromisos, pero lo juro:no me queda más remedio. Disculpad si no estoy para casi nadie; apiltrafado y herido, no obstante, sigo de cuerpo presente. Necesito una tregua.

178, Dejadme dormir, don Juan, que no son horas

No sé si es el ruido de los nuevos brotes de la coliflor que me invade el cerebro o si es por la química con la que -sin mucho ´éxito- me fumigan todo entero, el caso es que no consigo parar máquinas cuando debería y se me hacen las noches eternas rumiando canciones recurrentes, un monólogo o, como sucedió esta noche, de dos a seis de la madrugada, instalado en lírica través de fragmentos del acto primero de la parte primera de Don Juan Tenorio, donde interpreto una y otra y otra vez  a los tres protagonistas. Nota para los estudiosos de  los abismos de la mente: no son alucinaciones auditivas, sino la necesidad de cantar un fragmento, de recitar quel otro aprendido hace años… Vamos, que estoy como las maracas de Machín, pero entretenido:

Parte I

Acto I


Libertinaje y escándalo

 

DON JUAN, DON LUIS, DON DIEGO, DON GONZALO, BUTTARELLI, CIUTTI,CENTELLAS, AVELLANEDA, GASTÓN, MIGUEL. Caballeros, curiosos, enmascarados, rondas.Hostería de Cristófano BUTTARELLI. Puerta en el fondo que da a la calle; mesas, jarros y demás utensilios propios de semejante lugar.


Escena I

 

DON JUAN, con antifaz, sentado a una mesa escribiendo, CIUTTI y BUTTARELLI, a un lado esperando. Al levantarse el telón, se ven pasar por la puerta del fondo máscaras, estudiantes y pueblo con hachones, músicas, etc.  


 DON JUAN, escribe una carta

   ¡Cuán gritan esos malditos!
¡Pero mal rayo me parta
si en concluyendo la carta
no pagan caros sus gritos!

 (Sigue escribiendo.) 

BUTTARELLI

  (A CIUTTI.) 

   Buen Carnaval.

CIUTTI

  (A BUTTARELLI.) 

Buen agosto
5
para rellenar la arquilla.

BUTTARELLI

¡Quiá! Corre ahora por Sevilla
poco gusto y mucho mosto.
   Ni caen aquí buenos peces,
que son casas mal miradas 10
por gentes acomodadas,
y atropelladas a veces.

CIUTTI

   Pero hoy…

BUTTARELLI

Hoy no entra en la cuenta,Ciutti; se ha hecho buen trabajo.

CIUTTI

¡Chist! habla un poco más bajo, 15
que mi señor se impacienta
   pronto.

BUTTARELLI

¿A su servicio estás?

CIUTTI

Ya ha un año.

BUTTARELLI

¿Y qué tal te sale?

CIUTTI

No hay prior que se me iguale;
tengo cuanto quiero, y más. 20
   Tiempo libre, bolsa llena,
buenas mozas y buen vino.

BUTTARELLI

Cuerpo de tal, ¡qué destino!

CIUTTI

  (Señalando a DON JUAN.) 

Y todo ello a costa ajena.

BUTTARELLI

   Rico, ¿eh?

CIUTTI

Varea la plata.
25

BUTTARELLI

¿Franco?

CIUTTI

Como un estudiante.

BUTTARELLI

¿Y noble?

CIUTTI

Como un infante.

BUTTARELLI

¿Y bravo?

CIUTTI

Como un pirata.

BUTTARELLI

   ¿Español?

CIUTTI

Creo que sí.

 

Así suena en mi tarro: Ya me perdonarán, maestros Zorrilla, Rabal… Yo solo soy fruto de mi enfermedad, pero, al menos, no me escucha nadie a tales horas.

177. Trampas al solitario…mejor no.

Cuando  uno  convive con el cuarto grado de una enfermedad mortal de cuatro grados, lo que no tiene sentido es negar la realidad o edulcorarla creyéndose que mañana estarás mejor que hoy. Eso sería como hacerse trampas jugando al solitario. Ahí estará siempre Murphy para evitarlo. Murphy es el fulano que se encarga de que no me olvide de lo que hay, de lo que tengo,limitando, como ahora limita, la movilidad de mi brazo izquierdo. Por eso hoy estreno la función de dictado del Mac Book, que no es por gusto

Ayer sí que se cebó conmigo. Bajé al garaje para intentar mover la moto. Me veía capaz, fuerte, hábil. Craso error. En cuanto me subí encima, con una pierna a cada lado, Murphy hizo que la Tierra diera una vuelta completa: Doscientos kilos de Suzuki me cabalgaban a mí, como queriendo vengarse de toda esa estopa que le he metido por esas carreteras de Dios.

-s¡Ayuda! ¡Socorro!

Murphy se encargó de que en el garaje no hubiese ni Dios. Si Dios ya difícilmente está donde se le necesita, qué iba a pintar a esas horas en un garaje?

Conseguí levantarme don un esfuerzo sobrehumano y mazaduras por todo el cuerpo.

Se oía la risita de Murphy: Jódete, ji, ji, ji…

Si eres motero y ya no puedes dominar doscientos kilos entre las piernas, date por jodido. Si eres Nacho Vidal, también. No es el caso. Una incapacidad más que hay que sumar a las limitaciones generales del lado izquierdo y a los mareos producidos por una infección en el oído medio. Los episodios sobre los que estoy advertido se van produciendo. Tú sin una pierna eres tú sin una pierna; tú sin cerebro,  no eres tú. Me veo camino de convertirme en un tipo que lleva mi ropa y besa a mis hijos. Por lo demás, que corra el ánimo, que lo malo siempre es para otros ¿no?. Pues sí o no, ya iré viendo.Me reservo el derecho a opinar sobre mis estados deánimo y mis circunstancias.
Vengo de escuchar Luis Pastor, que la música todavía me resucita. Por eso he regresado de la zona vieja con la cara de antes de ayer, previa a la hostia del garaje. Gracias, Luis, autocantante, cantautor, cuéntales tú a mis amigos qué fue de los cantautores.

d

 

176. Lo que realmente mata es vivir

Dice un amigo mío que los milagros y las apariciones nunca les suceden a personas fiables. Yo yambién lo creo y, además, añado a la lista a los que tienen soluciones para las enfermedades que la ciencia no consigue frenar en base a estudios de más que dudosa reputación. Hoy es el día número y pico mil que me llega la «verdad verdadera» de que si alcalinizo mi cuerpo, adiós al cáncer; que las carnes rojas,ni olerlas; que el azúcar refinado,ni mirarlo de lejos. ¿Y por qué no se etiquetan entonces semejantes alimentos «letales» como los paquetes de tabaco? ¿No es más barato eso para el erario público que gastarse un pastón en investigación y tratamientos? Amigos conspiranóicos, gracias por el intento, no dudo de la buena fe,pero paso. No me imagino los anuncios: «El churrasco mata». «Para morrer non fai falta máis que estar vivo», suele predicar mi padre.

Es evidente que mi cansancio físico de estos últimos días me supera. El martes estrené nueva quimio, el tercer intento, y supongo que todavía tengo que acostumbrarme a sus efectos y a la acumulación con las dos pociones anteriores. Tampoco soy Nureyev en coordinación y movimientos, hasta el teclado se me hace cuesta arriba. En los últimos días, contraviniendo el consejo de mi oncólogo, he visitado dos tanatorios a los que no podía faltar, uno en Santiago y el otro en Ponteareas. Así que por ellos, por Juan y por Basilio, vaya este esfuerzo desde la retaguardia. Fuerza para los que ya los están echando de menos. Y doy por cerrado el debate sobre el post anterior.

175. Doy miedo

Más allá de una brecha de una cuarta en el lado derecho de la cabeza, fruto de dos craneotomías, nunca pensé que mi aspecto representase un problema, pero voy  a tener que reconsiderarlo. Vivimos en una sociedad tan acojonada y tan desconfiada que entiendo que pasen cosas como la que me ocurrió esta mañana, pero de verdad que alguna gente debería hacérselo mirar. Os cuento y juzgáis.

Caminaba hacia casa después de hacer unos recados. Sabéis que me canso mucho y, aún así, trato de darle caña al andamio como me recomienda el oncólogo. A la altura del colegio Monte dos Postes, en pleno Camiño Francés, decidí tomar descanso en un murete de piedra que coincide con la parada del autobús número 6, que va a San Marcos. «Y aunque son tres paradas, si pasa el seis, me subo y no me fatigo tanto, que me queda todo el día por delante», pensé.

En esas estaba cuando paró delante de mí un todoterreno de esos que no ruedan por un monte en la vida, negro, impecable, enorme… Al volante, una chica con gafas, muy puesta, que baja la ventanilla y me pregunta: «Hola, ¿para ir al Cersia?» El Cersia es un edificio de servicios municipales que está justo detrás de mi casa, pero si no has ido nunca te puedes liar.

-Está justo en línea recta, a un kilómetro más o menos de aquí.

-Es que voy con prisa, tengo una reunión.

-Podemos hacer una cosa. Yo voy hacia allí, si me acercas te dejo en la puerta.

Mala propuesta. La del cochazo sacó al desconfiado que tanta gente lleva dentro: «Y si está tan cerca ¿por qué estás esperando el autobús para ir allí?», me preguntó.

No me pareció oportuno replicarle con todo el relato: «Mira tía, porque tengo cáncer y me canso mucho, y lo que para ti es un kilómetro para mí es una carrera de fondo». Así que resumí: «porque tengo un problema en las piernas y prefiero esperar al bus, pero ya te digo, llegamos enseguida».

Aún colgaba mi explicación del aire cuando dijo la última palabra al tiempo que aceleraba el tanque: «Mira, si no te importa continúo yo sola», y la perdí en el horizonte de San Lázaro, cruce con Fontiñas. Creerá que salvó su vida.

Me quedo con la duda de si me vio más cara de violador o de asaltador de caminos, de ladrón de coches… yo qué sé. Pero espero que llegase tarde o que la rechazasen en la reunión. Yo no querría currar con alguien que hace bandera de la desconfianza. Yo también le pude preguntar: «Y si tienes tanta prisa ¿por qué no me acercas y llegas sin dar vueltas?» No lo hice.

Así que cuidado si os cruzáis con el tipo de la brecha: doy miedito. Ya lo decía mi abuela: «O medo é libre»

174. De vez en cuando la vida

Viviré el resto de los días que me queden pendiente de cosas como la resonancia magnética; el recuento de linfocitos; de no estar nunca demasiado lejos de una caja de sulfato de morfina… Te vas acostumbrando pero si, como mañana, tienes cita con el submarinista que va a hacer snorkel en tu sesera, el pulso se altera y ya pasas el resto de las vísperas acojonado: El Cousteau de la resonancia, el obrero del Magnetom, no te adelantará nada así se cruce en tus adentros con un arrecife de coliflores. Lo malo o lo bueno saldrá a relucir mañana, pero tu catamarán no tiene el fondo transparente; tú solo eres el decorado, la pecera.

Llego cansado y frustrado de una escapada que tenía que habernos situado en los cincuenta años de antología desordenada de Joan Manuel Serrat en Zaragoza. Nos quedamos a las puertas, en Pamplona, con unas entradas que costaron un pastizal en los bolsillos y la cara de idiota que se les pone a los que preparan un golpe con meses de antelación y pinchan el día del asalto. Una afonía frustró el concierto de lo que mi hija llamaría mi «autocantante» favorito. ¿No será cantautor, Ane? ¡A mí me gusta «autocantante». Para completarla, conmigo se cebó una otitis media que requiere tratamiento antibiótico, por si no era ya bastante el gasto farmacéutico.

Improvisamos sobre la marcha y acabamos la noche del viernes escuchando de nuevo en Pamplona el proyecto de Kepa Junkera y Sorginak. Me lo sé de memoria, pero Kepa nunca aburre. Cuando me abrazó al terminar el recital, casi me olvidé del pinchazo de Serrat y del terrible viaje en coche entre Santiago y Pamplona, de las cinco vomitonas, de la morfina… de todo eso. Doy mal copiloto en general, pero enfermo soy lo peor. Confío, de todos modos, en recuperar la cuenta pendiente con Joan Manuel, cuya banda sonora permanece intacta en mi cabeza a pesar de los años y las craneotomías. De todos modos, el concierto inmediato es el de mañana a primera hora en el Magnetom del hospital de Conxo. Suerte en la inmersión, comandantes. Yo ya me espero chupando un palo sentado sobre una calabaza. De vez en cuando la vida…

 

173. De pendellos y pilotos

La entrada anterior del blog, en la que pedía ayuda  en la búsqueda de un terreno con «pendello» en el que el que descargar las ínfulas de agricultor de nuevo cuño que me han entrado, ha generado tal cantidad de respuestas que voy a tener que hacer un cásting de pendellos. Hay inluso quien me ofrece las llaves de su casa para que pueda acceder a su terreno, algo incompatible con el espíritu mismo del pendellista, que reclama un espacio y, a la vez, libertad de movimientos: ir a sachar dos días, desaparecer un mes… Lo dicho, que tengo que ponerme con el cásting. Y no está fácil.

Me llega a deshora la muerte de Albert López, el jugador de balonmano que puso en marcha el proyecto Vivir a contracorriente, una web y un libro que solo se parecen a lo que hago yo, si acaso, en las ganas de vivir.  Yo no me siento capaz ni capacitado para abandonar las filas de la oncología, como hizo él, buscar alternativas en remedios naturales y soluciones nada académicas y hacer, además, proselitismo. López pilotó su vida hasta que la vida se le acabó. Lamento tu muerte, Albert, pero sigo creyendo que en en el tratamiento de esta enfermedad que compartimos no pasamos de pasajeros Otra cosa es la vida misma. ¿Quién es capaz de conducir un camión con semejante remolque? Yo no. Son puntos de vista diferentes, ambos respetables. Claro que la actitud es importante, pero ella sola no sana.  No puedo dejar de defender la labor de la oncología, aunque tampoco tengo garantías de cuánto tiempo me mantendrá en vertical la ciencia médica. Precisamente porque lo mío se resume en experiencia vital, sin soluciones al margen de esa acitud positiva que compartimos, en Sant Jordi no firmé ni un solo libro; nadie me llamó. Ni las editoriales ni las librerías se van a gastar los cuartos en promocionar a un tipo que solo tiene ganas. Me voy ya al hospital de día, que no puedo faltar puntual a la sesión de quimio. La odio, pero la necesito. Ya sabes: me mata y me da vida a la vez, como la sobredosis de amor de Camilo Sesto. A diferencia del piloto, yo no he encontrado en las alternativas naturales más que vendemotos y superchería. De haberles hecho caso, me habría sentido como un camionero que se venda los ojos y deja una cuesta llena de curvas en manos de la Virgen de Lourdes. Y no es que tenga nada contra la Virgen de Lourdes, pero no la veo pilotando semejante carga. Descansa en paz, Albert, piloto. Tú escogiste tu vía, yo sigo con mis opciones convencionales, pero lo importante es que ambos sentimos el motor debajo del culo y hemos vivido hoy como si no hubiera mañana, porque igual no lo hay.

172. Minifundista

El gen del minifunsismo lo llevamos los gallegos de serie y, tarde o temprano, acaba manifestándose. Ahora que estoy retirado de la vida laboral, el minifundista que llevo dentro lucha para salir, y por eso es que suspiro por un metro de tierra en el que poder sembrar algo, por un pendello -me niego a traducir un término con semejante carga léxica- donde guardar las herramientas, un minifundio en el que entretener a la enfermedad que me invade. Mis amigos lo saben y ya están a la esucha. Los de Navarra, hijos del latifundio y el mayorazgo, flipan, claro. A la que mis colegas minifundistas ven cualquier pendello de ese período tan fructífero en la urbanización sin control de Galicia que es el uralítico, me mandan fotos y me tientan: «Este tiene una pintaza». El minifundista no necesariamente tiene alma de propietario. Me conformo con un alquiler en la zona donde vivo: San Lázaro, San Marcos, Amio, Aríns… Suspiro por ese ranchito de jubilado minifundista al que rotular suntuosamente como La Ponderosa o Falcon Crest, que es lo que solemos hacer en Galicia con el minifundio libre de complejos. La ubicación y los metros me dan lo mismo, pero la existencia de pendello y agua es irrenunciable. Pero lo más complicado es la negociación y el papeleo con otros minifundistas, por eso agradezco ayuda. Si lo consigo volveré al campo del que salieron mis ancestros y cultivaré a los herederos en el sachado de la patata, el sulfatado del tomate… todo eso. Pensad en mí cada vez que veais un pendello con posibilidades. No es por vicio, que es por terapia. Tampoco tengo aficiones desorbitadas ¿no?