139. Frío y una palangana de lava

por Nacho Mirás Fole

Una sensación de frío polar que no se va ni metiendo los pies en una palangana con lava y un dolor de articulaciones y huesos horroroso son novedades en esta guía Michelín del efecto secundario y la interacción en la que estoy convertido. Estudiantes de Medicina, tomad buena nota, que no todo el mundo está en disposición de contar sus pupas en tiempo real un sábado por la noche. Ya que estoy, le dedico esta entrada a la parroquia sanitaria en formación que le da forma al blog As MIR e unha noites. Para abrir boca os diré, queridos amigos, que con la cortisona me ha salido tanto acné en la espalda que estoy pensando seriamente en participar en la próxima puesta de largo del Casino de Pontevedra; si me baja la regla ya aviso antes.

No se me está dando nada bien esta segunda convalecencia. Ayer, 12 de diciembre, se cumplió justo un año de la primera craneotomía pterional para expulsar por la fuerza de las armas a mi invasor de renta antigua que, como recordaréis, resultó ser un astrocitoma anaplásico de grado III, un cáncer de cerebro por toda la escuadra.  Pero antes del cabodano, ya estaba el doctor Ángel Prieto metiendo de nuevo la mano en la caja de la herramienta para desalojar la recidiva, esas cuatro sílabas a las que los pacientes oncológicos tememos con todos los motivos.

¿Y por qué te duelen los huesos?, me pregunta la gente. Y yo qué carallo sé. Yo tengo los síntomas, no las explicaciones. Pero después de meses de cuchipandas de quimioterapia oral, radioterapia con fotones full equip y todo el catálogo de farmacia que llevo puesto en el cuerpo, supongo que entra en lo posible que te duelan hasta los huevos. La sensación de frío es tan intensa que he llegado a comprobar que en vez de uñas en los pies no me están saliendo raíces, que yo enseguida prendo.

Y esto, queridos amigos, es el principio de la segunda parte. El lunes empezamos en la vena con ese tratamiento con nombre clave que parece salido de la oficina de patentes y marcas del profesor Bacterio: CPT-11 + Bevacizumab. El CPT-11 también se conoce con otro nombre mucho más precolombino y más bonito, dónde va a parar: el irinotecán. A mí me recuerda a las aspirinas de Moctezuma. CPT-11 me suena más a la centralita telefónica de Vite.

El caso es que, con todos sus efectos secundarios, que nunca hay suficientes en mi colección, será el suero encargado de mantenerme en el más acá otra temporada para seguir dando lata y haciendo entradas en la libreta de campo. De todas las contraindicaciones, la caída de la hoja es ahora mismo, como podéis comprender, la que menos me preocupa, que ya vengo mondo y lirondo de serie.

Me drenaron finalmente el tarro, pero no descarto que haya que volver a hacerlo; me he mirado en el espejo y he vuelto a salir apaquirrinado por el oeste. Cuando en la tele hablan de fuga de cerebros creo que no nos referimos a lo mismo.

Me voy a forrar con el edredón nórdico, a ver si engaño un poco a la lagartija de sangre fría que habita en mi interior hasta que me venza el sueño.  Leiva, amigo, cántamela otra vez, que el miedo y la música tienen muchas menos contraindicaciones que los visitadores médicos (lo digo desde el cariño). Bacterio, nos vemos el lunes.