155. 27 de enero. Efectos secundarios y prueba de vida

por Nacho Mirás Fole

Se van incorporando tantos efectos secundarios al catálogo que, a este paso, tendré que pasar lista por las mañanas, no sea que se me quede alguno o se me solapen varios. Ahora son las hemorragias nasales, que me asaltan en plena noche, sin aviso previo y a chorro. Enseguida se pasan, pero la sangre es escandalosa y nada agradable al sabor para alguien que, como yo, tiene especialmente despiertos los sentidos del gusto y el olfato. Nunca me ha gustado la morcilla.
Las migrañas que van y vienen, el ardor de estómago… Ya digo: todo un festival de la interacción farmacológica que me somete y me recuerda las 24 horas del día que tengo lo que tengo, no vaya a ser que me olvide.
Voy controlando la tensión, que anda como la prima de riesgo a causa de la quimioterapia, con las contramedidas recetadas. Y tengo la vista puesta en el viernes 30 de enero porque, una vez más, me ha convocado la unidad de vigilancia médica de la Seguridad Social por carta certificada para evaluar mi estado y ver qué pasa con mi situación laboral; qué pasa conmigo. ¿Usted qué??? Para enviarme la vida laboral que les solicité no han tenido tiempo, no. Es asqueroso que sobre alguien que tiene una enfermedad larga y grave, sobre un paciente oncológico, planee constantemente el fantasma de la sospecha. ¡Ya está bien!
¡No, no se ha obrado el milagro, señores inspectores! Sigo enfermo, más que antes si cabe. De nuevo me exigen documentación que lo demuestre. Es demencial. Asistiré puntual a la cita esta vez, salvo náusea o diarrea que lo impidan, pero no garantizo ser el paciente mansito que esperan, que ya son demasiadas llamadas a capítulo para alguien que vive con un cáncer de cerebro que viene y que va desde octubre del del 2013. Pero el protocolo manda y si no te gusta, básicamente, te jodes. Ya que tienen la sartén por el mango, por lo menos no me mareen demasiado los huevos.
Es usted un número más. No me canso de decir que este sistema, lejos de amparar al enfermo, le mete el dedo donde más incordia y le complica lo poco que le pueda quedar de aliento. Así lo siento; así lo escribo; así lo ataco. Vaya mi voto para aquella fuerza política que haga suyo el principio de que, por encima del sistema, están las personas. ¿Nadie se atreve?

El día 4 volveré a la máquina de las infusiones citotóxicas. Ojalá me despertase un día de esta pesadilla en la que se ha convertido mi vida y la de los que no solo me valoran como un número negativo de la Seguridad Social. Qué importante es darse cuenta de que ninguno somos inmunes, de que no siempre lo malo le pasa a los demás. De que tenemos fecha de consumo preferente. Estas memorias sanitarias están basadas en inevitables hechos reales de los que nadie está libre, de ahí su valor.

Cierro, de momento, cansado como si me hubieran dado una paliza, el parte de novedades de este 27 de enero de 2015. Estoy más cabreado que desanimado, y eso no puede ser malo porque, ya escribió Pessoa, que quien tiene alma no tiene calma. De paciencia voy escaso.