156. ¿Cuándo se cobra aquí?

por Nacho Mirás Fole

Como de costumbre, a día 29 ya ha cobrado toda la plantilla menos el enfermo coñazo que suscribe, que sigue esperando a que le aflojen la mosca porque la normativa española permite a quien tutela a personas como yo que una empresa privada con la que no hemos firmado jamás un contrato laboral nos administre los haberes cuando le salga de los huevos a los que la gestionan. ¿Hipoteca? ¿Gastos extra? ¿Cáncer? ¡No joda, señor!
Entre ayer y mañana, eso sí, habré perdido bastantes horas de mi cada vez más valioso tiempo en pasear informes médicos entre el hospital que me mantiene vivo y la unidad de vigilancia médica de la Seguridad Social, que me mira como a un sospechoso de explotar unas anginas. Seguro que mi oncólogo habría atendido a un par de pacientes con fecha de consumo preferente en el tiempo que desperdició en redactar y resumir unas memorias sanitarias que están en una red informática, a disposición de un funcionario que quiera pulsar una tecla. Es voluntad, no otra cosa.
Bastantes horas me paso ya conectado a una máquina en una sala de tratamientos como para, además, tener que hacer de cartero de la SS y llorarle a la mutua que me pague lo que me debe en tiempo y en forma. Pero a ellos les dan lo mismo mis circunstancias, mi supervivencia, mis expectativas. Después se colapsa el sistema y no faltará quien le eche la culpa a la gripe. ¡O carallo!
Hay quien me recomienda que no desperdicie energías en enfrentarme al sistema. Pues lo siento, pero voy a seguir haciéndolo, porque me hace bien, porque me desinfla la vena y porque, como dice mi amigo Xosé, nadie hizo una revolución sentado. No soy un fulano manso, y menos en la tesitura actual. Pienso levantar la voz y lo que haga falta mientras me queden fuerzas: todo eso del alma y la calma que repito hasta hartar. Y si lo que dejo por escrito sirve para que alguien reflexione y piense en cómo cambiarlo, entonces daré la mala hostia con la que nací por bien empleada.
Mañana acudiré puntual a la cita con los vigilantes, aunque para llegar a la hora impuesta tenga que zapatear a mis hijos. ¿Saben a qué hora entran los niños en el cole? ¡Qué coño van a saber! Ustedes a lo suyo. Tendrán la literatura que me piden y lo que queda de mí para mirarme con lupa. Solo les pido que sean tan ágiles en resolver como lo son en exigir. Como me ven, se verán, que ya decía mi abuela que el que no las tenga, que las espere. No, «no soy un fulano con la lágrima fácil, de esos que se quejan solo de vicio. Si la vida se deja, yo le meto mano y si no, aún me excita mi oficio…». SS también son las siglas de Sabina y Serrat, que son mucho menos tóxicos que los burrócratas que nos perdonan la vida.