166. Memoria del viejo Hospital Real de Santiago
por Nacho Mirás Fole
Agradezco el intento, pero prefiero que no me contestéis en plan «yo también me canso mucho» cuando me preguntáis cómo estoy y respondo que muy cansado. De verdad, gracias, pero no tiene nada que ver lo que puedo sentir yo, con los chutazos químicos a los que estoy sometido y año y medio instalado en las filas de la oncología médica, con las sensaciones que experimentan los sanos. Ya ni cito las 30 sesiones de radioterapia de fotones que me abrasaron lo sesos. Nada que ver es nada que ver. Claro que vivir nos agota a todos, que el tiempo no ayuda… pero no es lo mismo, ni siquiera parecido.
Como son muchos los que creen que tengo mejor cara cuando pongo tierra por medio y me hago alguna escapada, acabo de cerrar la próxima, con Catalunya, cómo no, como destino. Me voy animado por el resultado de la última resonancia magnética y con la maleta tan llena de pastillas que mi difunta abuela Pura a mi lado era una aficionada, ella que viajaba con la farmacia puesta.
Me estoy reconciliando con la Seguridad Social, que ha empezado a pagarme en tiempo y forma. Protestar funciona. Lo que no funciona es tragar, quedarse calladito, acatar… No va la mansedumbre en mi naturaleza.
El día 31, con su nueva andanada intravenosa, está a la vuelta de la esquina. Asumo que cambiaré unos días el Atlántico por el Mediterráneo facturando no pocos efectos secundarios, pero prefiero eso a quedarme en casa doliéndome y mirando cómo la prórroga se me pasa por delante de las narices sin apenas disfrutarla. Me voy a darle un poco a la música, que me hace bien, pero antes enlazo uno de los reportajes de la serie Compostela Vintage que publiqué en La Voz de Galicia y que viene muy a cuento, ahora que TVG estrena Hospital Real, de Ficción Producciones. El 1 de julio del 2013, a bordo de la Vespa del tiempo, recreé así el desalojo del viejo centro sanitario para ser transformado en el Hostal de los Reyes Católicos que conocemos hoy. Por eso lo escogí para presentar El mejor peor momento de mi vida en septiembre del año pasado. Salud.
Desahucio en el Hospital Real
(La Voz e Galicia, 1 de julio de 2013)
Nacho Mirás. Santiago
Lunes, 31 de agosto de 1953. Llevan semanas trasladando a todo el mundo al nuevo hospital de Galeras. Es el no va más, dicen. Me he ido escaqueando, pero el doctor Puente Domínguez, hijo del doctor Puente Castro, me dio ayer un ultimátum: «Amigo, hay que irse, que aquí ya no pintamos nada». Es buena gente don José Luis.
El edificio tiene eco. Se han llevado los muebles, las camas, a los enfermos… Quedamos el gato y yo. «¡Mueva eso con cuidado y cárguelo en el camión de la Diputación, merluzo!». Mientras el decano de Medicina, Pedro Pena, manda y ordena, me voy a dar una última vuelta. Franco ha decidido que esto va a ser un hotelazo, el mejor de Europa, y ese no se anda con chiquitas.
Encima de una caja de vendas hay un ejemplar de La Noche de anteayer. «Para el año santo tendremos el mejor parador de Europa», dice en portada. Leo que unos 2.000 obreros, «en ocho meses de trabajo intensivo» convertirán el Hospital Real en la Hospedería del Peregrino. ¿Hospedería? No lo veo. ¿No sería mejor algo más potente, como Hostal de los Reyes Católicos? ¡No la cague en el nombre, generalísimo!
Me pierdo por el edificio, que aún huele a cataplasma y a cloroformo. Un morbo insano me hace ir primero a la morgue, donde todas las plazas están vacantes. Tendría su gracia hacer aquí un restaurante y llamarlo Restaurante dos Reis. Me parto.
Me puede la sangre. No me pregunten cómo, acabo en la sala de autopsias. ¡La de gente que ha entrado aquí de una pieza y ha salido desmontada! Qué ideas se me ocurren: estaba pensando en abrir en este sitio otro restaurante y llamarlo, por ejemplo… Restaurante Enxebre; soy un adelantado a mi tiempo. Mejor vuelvo con los vivos, que tengo palpitaciones. Me planto en el vestíbulo. A la izquierda esta la enfermería de San José, pero hasta el siglo XIX esto era la peregrinería de hombres. Aquí siempre han convivido muy bien la sanidad, la beneficencia y la peregrinación. Voy hacia el refectorio de peregrinos. ¿Y si pusieran ahí una cafetería con sus camareros con chaquetilla? Valeeee, solo era una sugerencia.
Detrás del refectorio ya han desmantelado la cocina de los peregrinos. Apuesto a que con la reforma se cargan la lareira. Y ya no hay nada tampoco ni en la botica ni en la rebotica. Qué bien le quedaría llamar a esta zona Salón San Marcos y darle glamur. Lástima de huerta, con sus casi doscientas plantas medicinales: saúco, malvas, artemisas, adormideras…
Estoy pensando que allá, en la enfermería de Santa Ana, pondría un comedor potente. Ya está: El Salón Real. ¡Viva el Rey! (si me oyen, me destierran a Fuerteventura). Evito pasar por lo que fue hasta 1846 la inclusa, conectada a la plaza de España por una pequeña puerta. Me perturba pensar en la cantidad de madres que han dejado ahí una parte de sus vidas y de sus entrañas. Podrían poner una sala de lectura, por ejemplo, para meditar. En el paritorio, subiendo las escaleras de Belén, ya no llora nadie. Me ha dicho Puente que el último niño nació hace unos meses. Yo ahí dividiría y haría habitaciones. Hay dos inscripciones que me dan repelús: El Observatorio de Agonizados y el Depósito de Sanguijuelas. La acústica del observatorio es increíble. Si un día lo descubre Andrés Segovia seguro que querrá venir aquí a tocar la guitarra. Tengo la corazonada de que mis propuestas serán oídas.
-¿Todavía por ahí, hombre de Dios? ¡Hay que irse!
-Estaba buscando la salida y me he liado, don José Luis. Que pase un buen día. Y perdone.
José Peña Guitián: «Había mucha prisa por construir el parador»
Los niños fueron los primeros en ser trasladados desde el Hospital Real al nuevo de la rúa Galeras, entonces conocido como Residencia de la Seguridad Social, sostiene José Peña, quien ya ejercía como pediatra del centro: «Recuerdo que fue en verano. Vino un camión de la Diputación, que transportaba todo, e hice mucha amistad con el chófer. Fuimos incluso juntos algún día festivo a la playa, porque estábamos en la misma pensión. Había mucha prisa para construir el parador: la obra del Hostal se hizo con 3 turnos de trabajo, las 24 horas, para acelerarla y que estuviese dispuesto en el Año Santo para acoger peregrinos», afirma. Peña había acabado Medicina en 1950. Entonces no había especialidades como ahora. La carrera duraba siete años y finalizaba con un curso rotatorio con prácticas en varios departamentos. «Estaba el catedrático Suárez Perdiguero al frente de la pediatría y acordamos que yo siguiese con él», afirma. Peña elaboró un trabajo sobre aquella etapa, presentado en el último congreso de la Sociedad Española de Pediatría y editado este mes por la entidad científica. Este texto memora la transformación que experimentó la asistencia pediátrica en los últimos años del Hospital Real, donde los pacientes procedían del llamado padrón de beneficencia, la Diputación pagaba su alimentación y el Ministerio de Educación su medicación. Suárez Perdiguero logró dinero para cambiar el viejo piso de madera; separó enfermos contagiosos del resto; amplió habitaciones y creó nuevos servicios como el área de radiología pediátrica. De sus colegas de entonces, cita como otro aún vivo «al doctor Gallego».
El Mediterraneo te hará bien, Catalunya tambien. Es bueno cambiar deoaires de vez en cuando, y el destino que has elegido inmejorable, yo lo hago siempre que puedo que no es todo lo que yo quisiera. Pasalo mu bien .
Forza Nacho
Gracias valiente y feliz escapada te queremos
Marabilloso!! non tiña lido esa reportaxe. Que o Mediterráneo se porte ben..
Eres muy bueno relatando, gracias, nos estas enseñando a todos como hay que vivir los problemas. Un abrazo
Disfruta del viaje besos
Estoy seguro que en esta ocasión no vas a tener problemas con las recetas, ya que según dices vas bien preparado.
Que disfrutes del viaje y de la estancia en Cataluña.
La madre de Javier era compañera de carrera de José Luis Puente y trabajó en el antiguo hospital, hoy Hostal de los RRCC, en varios departamentos, entre ellos la sala de Autopsias, pero se tuvo que ir a ejercer de pediatra a otra parte porque aquí una mujer no tenía futuro, ¡¡de coña¡¡… Un beso y felices vacaciones.
Buen viaje, Nacho. Nos reencontraremos a la vuelta de nuestras respectivas escapadas: la tuya a la costa mediterránea y la mía al interior castellano.
No conocia tantos detalles. Emoción. Esto es lo que siento leyendo tu relato sobre el hospital en donde nací un 21 de Mayo de 1.951.
Gracias Nacho.
Hospital Real de Santiago. Ano 1927. Non podo saber nin o día nin o mes, tan só podo calcular o ano. Un cativo de 5 anos dunha aldea do interior de Galicia ingresa neste hospital para que o traten da trabadura dun can doente, nunha ingle. Os médicos cauterízanlle a ferida en vivo e salvan ao neno de morrer adoecido. Grazas a eses médicos estou hoxe aquí escribindo porque ese neno era meu pai. Cando os seus fillos lle preguntabamos que recordaba daquel episodio da súa vida, lembraba con horror a dor física gravada aínda na súa memoria de home vello e sempre remataba o seu relato con este comentario que tanto nos facía rir :
-Os médicos tiveron que quedar espantados da cantidade de xuramentos que sabía un rapaz tan pequeno.
Ya que vienes a Barcelona meteré ya en mi bolso de la tablet tu libro «El mejor peor momento de mi vida», por si acaso coincidimos en algún lugar, y si te da la gana me lo firmas, y si no, pues tan amigos que no me gusta molestar.
Hay una diferencia entre la medicina de 1953 y la de 2015, aparte de la más evidente; la de ahora es más prosaica. El actual hospital de Santiago ya no cuenta con huerta de plantas medicinales ni con depósito de sangüijuelas.
Tal vez tengan que pasar otros tantos años para poder verle la poesía.
Feliz viaje!!
Reconciliado:bonita palabra de semana santa, Nacho! Bicos !
Nacho que eres único xa o sabemos … que o teu cansazo é só teu e que non é o mesmo que o dos mortais que por sorte non nos tocou esa lotería tamén.
Pero haiche moita xente… que lle ten que facer frente a situacións nas que son pioneiros e que teñen que tirar para diante e moitas non saben con qué cara facélo tamén.
Coñezo a dous trasplantados, e trasplantados maiores (trasplante de pulmón)… que o outro día falaban con humor do cóctel que tiñan que tomar a diario… e son pacientes que levan un 6 anos e o outro vai camiño dos 5 trasplantado… e tomando da orde de unha vintena de pastillas/dia… e coma tí profesan un amor profundo a vida.
E van-no facendo pasiño a pasiño, sacando pedras ou pedriñas nese camiño, e ademáis disfrutando do que teñen arredor, e son moi conscientes do fráxil que é o tesouro que posúen: a vida, e van bebendo cada sorbo dela con fruición e saboreándoa con moita ledicia.
Algo que o resto dos mortais deberíamos de lembrar e facer porque ninguén deberíamos esquecer que sempre levamos da mán, (falo da morte), esa compañeira da que ninguén quere falar para así conxurala, pero que sempre está ahí, ó noso carón. Cecais por iso é tan fermosa a vida, porque sabemos o cara que é… e que nun suspiro podemos perdé-la.
Que a sesión do día 31 sea levadeira, e que disfrutes moito da túa estadía en Cataluña.
Moita forza!!!
Prosperidad y tecnocracia del momento que pretendía la flor y nata que viajaba por Estoril en haiga tenían propósito de enmienda en esa plaza del mil perdones. La hipocresía viajaba a lomos de corcel y marquesado mientras la salud rebosaba dividendos igual que la muerte.
El obituario arquitectónico dejaba paso a otra imbecilidad propia de consejeros y dictadores que como el que dejó construir sobre la mezquita de Córdoba ahora se proponían una legión de obreros para sus descansos acomodados. Su bienestar y salud moral requería estar a las puertas del pórtico, su cielo y salvación.
Incorrupto miembro abulense que tanto daño hizo bajo su premisa supersticiosa sola a su lado.
A aquellas plazas de Vigo con la Santiago las unían los Castromil que ahora ambos desaparecidos nos dejan el gusto amargo del mal gusto político y su poco cuidado. Una pena que en esa tierra, en ambas, se tengan tan poco cuidado por los estilos arquitectónicos que sirven para redondear bolsillos infames y absolutistas.
Ni el ferrobús podía con ellos…
Saludos