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"El amor es algo muy resistente, se necesitan dos personas para acabar con él" José Luis Alvite

Categoría: burrocracia

159. Más cansado que ayer, ¿menos que mañana?

Pienso que no se puede estar más cansado hasta que llega el día siguiente y me levanto más hecho polvo que el anterior. Hoy es el día siguiente. Lo llaman astenia y, básicamente, se concreta en que me cuesta incluso arrastrar los pies. El cansancio extremo -me han dicho- es una buena señal: eso quiere decir que la quimio te está haciendo efecto. Yo, que soy de natural desconfiado, lo dejo ahí, porque también me escarallaron al máximo las hostilidades químicas del año pasado,  las cuchipandas de Temozolomida, y el tumor resurgió de sus cenizas y volvió a acampar en mi cerebro.

Las tripas siguen en su sitio, pero la sensación de mareo en el estómago es habitual. Hago esfuerzos para comer y, antes de abrir la boca y tragar, primero tengo que imaginarme qué me puede apetecer y cómo me sentará; por norma general, acierto y me voy nutriendo. La cocina asiática, en todas las variantes a mi alcance -básicamente, China y Japón- se ha descubierto como un gran aliado en esta circunstancia, quién lo diría.

Me quedan nueve días para la siguiente dosis de antineoplásicos. Menos mal que ya tengo la descendencia fabricada, porque estoy al día de lo mal que le sientan estas pócimas a la reproducción. Con los hijos hechos, el libro escrito y algunos árboles plantados, debo de ser lo más parecido a un fulano completo. Incluso he subido en globo un par de veces, así que ya no hay mucho dónde rascar.  Yo sigo convencido, no obstante, de que estoy, más o menos, en la mitad de la carrera, por mucho que el cáncer me ponga zanadillas.

Empecé esta entrada escrita en el blog confiado en que me vendría arriba, pero incluso me cuesta mecanografiar. He salido a la calle para ver si espabilaba, pero una ráfaga de viento helado que entraba por Amio me ha obligado a regresar a la base. Necesito sol, calor… ¡Y los necesito ahora, no en julio! Ando sobrado, sin embargo, de calor humano, como el que recibí el viernes en la entrega del VI Premio Derechos Humanos del Ilustre Colegio de Abogados de Santiago. Compartir el momento con mi familia y, especialmente, ver la cara de orgullo de mis hijos han sido motivos de satisfacción máxima, y no anda uno sobrado de satisfacciones máximas en esta segunda tandada de hostilidades químicas. Gracias de corazón a los abogados de Compostela, que me eligieron por unanimidad en estos tiempos en los que una decisión unánime, sea para lo que sea, es una excepción.

En los minutos escasos que he empleado en llegar a esta línea he entrado en calor. Lo peor de estos daños colaterales de la guerra química es no poder hacer la cantidad de cosas que uno quiere hacer porque el cuerpo no te sigue. No mandé mi flota a luchar contra los elementos… Aún así, de verdad que me esfuerzo para torear al invierno y a la astenia con todos los medios a mi alcance.

Ah, por fin he cobrado. Más tarde que el resto de la plantilla y sin que la mutua tenga la deferencia de detallarme los conceptos, pero he cobrado. Si el ingreso es correcto o si se les ha olvidado algo es una cuestión de fe. Sigo esperando noticias del Instituto Nacional de la Seguridad Social, que tiene ahora la misión de resolver mi situación laboral a largo plazo: Incapaz permanente o incapaz absoluto. Lejos de ser sinónimos, que te señalen como permanente o como absoluto marca la diferencia entre morirte de hambre o quedarte económicamente como estabas. Lo único que le falta a un enfermo de cáncer, después de haber cotizado más de veinte años, es tener que pensar además en la solvencia y en el futuro de los que dependen de ti. ¿No es suficiente tener lo que tengo?

Voy a hacer otra intentona y salir al exterior; el riesgo de quedarme dormido al teclado es alto. Pasad una buena semana, que la mía arranca con un poco más de lo mismo. En la entrega del premio sonó el viernes el A Rosalía de Curros Enríquez, que me pone los pelos de punta desde que lo escuché por primera vez. Va la versión de Luis Emilio Batallán.  ¡Ai dos que levan na frente unha estrela, ai dos que levan no bico un cantar! 

135. Administrándome y muy justito

Sigo muy cansado, pendiente de que el ajuste de la cortisona -que toca hoy- me ayude a resucitar algo. Al menos, la pasada fue la primera noche que experimenté algo parecido al descanso reparador. Ayer hizo justo una semana que me operaron -sí, señores de la burrocracia y las putuas, segunda craneotomía en un año para extirpar la recidiva de un tumor cerebral de grado III-. Ya sé que todo es normal, me conozco las explicaciones… pero que estoy como estoy es un hecho. No entiendo a los que me preguntan cómo estoy por teléfono o mensaje, les digo que no muy bien y te espetan: «¡Es normal, es te acaban de operar!»¡ Ya, pues no preguntes, que la teoría ya la sé! ¿o quieres que te mienta?

Voy a hacer otra intentona en la calle, al aire, a lo loco, que no soy yo flor de estufa.

Supongo que en cuanto me retiren las veintiséis grapas que me cierran el lado derecho del cráneo me sentiré reconfortado. El jueves me las veré en el hospital de día con el dispositivo que se pone en marcha a partir de ahora, cuando todavía no me había dado tiempo ni de recuperarme de un año en la primera línea de la oncología médica. Supongo que para ese momento ya estarán los burrócratas reclamándome más informes y metiéndome dedos en cualquier orificio perforable. Les juro que les mando las grapas en un bote de cristal o se las escupo en la puerta. Creo que aún guardo la sonda con la que me salí del quirófano ¿quieren una muestra?

Gracias de corazón a los que os interesáis, a los que preferís no molestar… a todos los que estáis, que sois muchos más que los que pasan. Necesito ahora aire y espacio, libertad, así que iré informando a ráfagas y según tenga ánimos. Básicamente, quiero dedicarme a hacer solo que me apetece, lo que me dé la gana, que la Navidad parece una cosa tan lejana en mi situación… Benditos iconos que me ayudan a comunicarme.  Para un fulano en mi estado, una frase, unas líneas o un paseo son un esfuerzo sobrehumano. No soy borde y, en todo caso, si lo soy estoy en todo mi derecho, que el cáncer es mío y lo gestiono yo. Trato de administrar mis propias prioridades y ya.

Si podéis elegir, pedid salud, que mucho se echa de menos cuando falta. Solo les pido disculpas a los que me sufren más de lo habitual por razón de sangre y cercanía, pero solo a ellos.

134. Alguien ha hecho su trabajo; ¡he cobrado!

Solo unas líneas rápidas. He cobrado la «Prestación por incapacidad temporal» a primera hora de la mañana. Todo dentro del plazo legal, ya lo dije ayer, pero más tarde que mis compañeros sanos que ingresaron hace unos días. Lo que de verdad me jode es que el sistema español ampare este pago como de favor a la persona más vulnerable y que la mayor parte de las consideraciones que escucho a mi alrededor sean del tipo «es lo que hay»; «no te amargues»; «el sistema funciona así». ¡Que no, que las revoluciones no se hacen sentado en el váter y mirando la vida pasar!

Si alguien la ha dado al botón para hacer efectivo el ingreso a primerita hora es porque he hecho ruido, porque tengo muy mala hostia y porque no me callo ni debajo del agua. Porque tengo alma y no tengo calma. Seguro que hay miles de personas en situación similar que, esta hora, siguen preguntando por su dinero.

Así que no voy a darle las gracias al currito que ha hecho la gestión; le va en el sueldo, amigo. Y recuerdo que el día 15 toca la paga de Navidad y que lo mismo que entierro ahora el filo del hacha de guerra, la saco de nuevo al exterior o enciendo la motosierra. ¿Qué carallo de espíritu de bien mandados es ese que nos posee? ¡Juegan con lo nuestro! Si usted se deja, allá usted, pero conmigo no cuenten. Los de la hipoteca no se andan con hostias para cobrar, y les da lo mismo si me paga una mutua que una empresa que la fundación Amancio Ortega -coño, qué ideaza-.

He pasado una noche horrible, otra más. Me duelen los zurcidos, apenas duermo, veo cómo pasan por el reloj las horas, las medias… Llevo justo una semana craneotomizado por segunda vez y el cuerpo está como está, hinchado de anticonvulsivos y cortisona. Haré lo posible para salir un rato a la calle apoyándome en un bastón e trekking que me ampara en las subidas. Y seguiré de cuerpo presente. Agradezco todo tipo de consejos menos, como ya escribí hasta hartarme hace ahora un año, las recetas de paciencia. La paciencia se receta cuando no queda más alternativa.

Ayer, antes de irme a la cama, colgué en la red una tremenda foto de la cicatriz con 26 grapas metálicas que me cierra la cabeza. Seguro que a alguien le pareció fuera de lugar, obscena, extravagante, pero me da exactamente lo mismo: es mía y la comparto. Internet no es obligatorio. Se la dediqué especialmente a la mutua y al Instituto Nacional de la Seguridad Social, siempre tan espabilado para pedir informes que ya obran en su poder y para tocarte las narices cuando menos falta te hace. Si todo esto que hago -está usted como una puta cabra, amigo, pensarán muchos- le sirve a alguien más para endulzar sus pasos amargos en el caminar torcido de la oncología médica, ya lo doy por bueno. Y si no también, es lo que me ha tocado y lo gestiono yo.

Lo dicho, ni gracias ni historias. A mí no me dan las gracias por hacer mi trabajo, seguro que tampoco demasiado a usted, o menos de lo que deberían. Si me acompaña el pastillamen, que me tiene las entrañas destrozadas, ya iré contando algo más. Quem tem alma não tem calma. Los que tengan alma que me sigan.