El ministro y la continuidad de su especie

por Nacho Mirás Fole

¡Paren el mundo, que dice el señor ministro que el matrimonio homosexual no garantiza la pervivencia de la especie! Tampoco el celibato del clero garantiza la herencia genética de los hombres y las mujeres de Dios y no por eso se vacían conventos y seminarios; siempre hay sitios donde levantar vocaciones y no faltan lugares a los que ir a buscar herederos. Si algo no escasea en el mundo es la mano de obra. He tratado de encontrar algún documento científico que diga que para que alguien nazca es necesario que dos individuos de distinto género estén casados conforme a una creencia religiosa determinada. Ministro, hombre, lo único que hace falta -y de momento- para que la especie continúe son espermatozoides y óvulos, creo que lo sabe bien. Fuera de eso, todo lo demás son convenciones y creencias, religión, superstición, llámele X. La monogamia es una convención, como también lo son la poligamia, el celibato, la semana santa, la propiedad privada, la sesión vermú o el pasodoble. ¿No sabe, a estas alturas, que las parejas homosexuales pueden procrear? Que sí que pueden, hombre. No, no se reproducen por esporas. Pero desde el vientre de alquiler a la adopción o el chupinazo, las opciones son amplias. Pero claro, usted sigue viendo con su frente despejada que solo los hijos de un hombre y una mujer -cuya unión haya sido bendecida por el Dios en el que usted cree- son garantía de éxito. Esa es la continuidad de la especie de la que usted habla. Su especie. Supremacía. Ya salió aquello… Si yo le escribo aquí la lista de desgraciados nacidos en el seno de matrimonios convencionales e incluso piadosos, agotaría el blog, puede creerme. La continuidad de la especie, insisto, es una cosa de fecundación, no de género. Demuéstrenme con datos científicos que los hijos de parejas homosexuales van a ser peores personas que los del matrimonio católico y entonces me retiraré con el rabo entre las piernas. Visto desde su óptica, ministro, los que no procrean, ya sea por causa religiosa, por expreso deseo o por la razón que crean conveniente, serían elementos inútiles en la sociedad. ¿No? El papa es un inútil entonces a efectos del mantenimiento del género humano, como lo eran san Josemaría Escrivá, Marilyn Monroe o Santa Teresa de Jesús. Usted, como supernumerario que es, sí que aporta, en la medida que Dios decide, por supuesto, pero aporta. Pero ¿y los numerarios de su obra? ¿Que aportan los numerarios? Trabajo, esfuerzo, oración… sí, lo que quiera, pero no garantizan tampoco la pervivencia de la especie, y eso no parece preocuparle. A mí tampoco, hay gente para hartar. Además, ya que estamos, le diré una cosa: tampoco sé hasta que punto me interesa la continuidad de una especie que no respeta los derechos particulares de sus individuos. Cambie el calendario de siglo, señor. Y deje vivir al prójimo como a usted mismo.