169. Oiga, doctor, al habla el hombre  de las patas de gallina

por Nacho Mirás Fole

Sin haber sido nunca un gran atleta, juro que antes de los acontecimientos sanitarios que nos ocupan tenía yo un par de piernas musculadas que daban envidia. Muchos años subiendo cuestas en Vigo, a pie, en bici… Unas pernolas, vaya. Esta mañana me he contemplado en pelotas en el espejo del hotel y donde había hierro puro me he encontrado dos patas de gallina que ya ni darían para el consomé de una familia caníbal delgadita. 

Mi oncólogo insiste en cada consulta: «¡Ande, ande, ande!» Sigo caminando cada día lo que puedo, bien es cierto que el andamio ya no soporta aquellos paseos kilométricos del año pasado. «Es que no puedo, doctor, me canso muchísimo». «Según estos análisis, no tiene usted ningún motivo para estar tan cansado y, a la vez, los tiene todos [gallegos somos, gallegos seremos…]. Esto es un círculo vicioso: se cansa porque ha perdido mucha masa muscular, y la manera de recuperarla es seguir caminando. Así que ande, ande, ande». No me va a quedar más remedio que llevarme la pandereta en la próxima consulta y seguirle la copla: «¡La marimorena, ande, ande, ande que es la noche buena!».

Además del cansancio, las tripas también me asaltan por sorpresa, así que tengo que medir muy bien lo lejos que estoy de un cuarto de baño. Por eso me he venido a Barcelona de nuevo, donde camino hasta la extenuación. Me hace bien además revisitar los espacios que marcaron mi educación universitaria: cómo han cambiado algunos, de qué manera hay otros que están exactamente como los dejé en 1994… Lo que más inquieta no es el paisaje, sino el hecho de apenas distinguir caras conocidas entre el paisanaje. 

Me hizo ilusión que una señora me preguntara en el avión si viajaba a Barcelona para firmar libros en Sant Jordi, justo el mismo deseo que una compañera de profesión expresaba en Tweeter. Pues no; lamentablemente, nadie me ha invitado, supongo que estarán los tenderetes de libros llenos de Belenes Estébanes y otros literatos de altura. No me habría importado, la verdad.

Voy a continuar con este paseo obligatorio a ninguna parte mientras mis piernas de gallina lo soporten. ¡Pitas, pitas, pitas! Oiga, doctor…. http://youtu.be/g3ey03MuQ4U