Velando armas

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Mikel está pachucho. Flor, que es más racional que varios humanos con los que me relaciono, detecta la enfermedad y permanece alerta, a su lado. Si él cae rendido en el sofá, ella vela sus armas. Y si el niño llora, la gata maúlla y pone el rabo tieso como el pantógrafo de un tranvía. «¡Eh, qué pasa aquí! ¿No veis que algo no marcha bien? ¿Estáis tontos?».
A ro-ró, ro-ró, meu neno,
a ro-ró, ro-ró, meu sol.
No teu mar bailan sereas,
no teu ceo o rei é o sol.
Los animales son otros, Flor, son otros.

(Si pulsáis en la foto, os regalo una nana)