144. O tren que me leva…

por Nacho Mirás Fole

Justo ahora que el tren que me lleva a Santiago desde Vigo para en Cesantes, me acuerdo de una viñeta que Fernando Quesada publicó hace más de treinta años en Faro de Vigo. Se veía a dos paisanos mirando a la playa de Cesantes, justo frente a la isla de San Simón, en la ría de Vigo, y uno le decía al otro: «Esta playa siempre está llena cuando hay cambio de gobierno».
En este viacrucis ferroviario me queda todavía un rato: Arcade, Pontevedra, Portela, VIlagarcía de Arousa, Catoira, Pontecesures, Padrón, Osebe y ya, por fin, a eso de las ocho y cuarto, Santiago de Compostela, después de haber salido de Vigo a las 18:40. No es que se vaya mal en tren, tampoco es eso, pero le sobra metraje al desplazamiento. Al menos me sale barato gracias al convenio que tenemos entre la Renfe y el Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia: no llega a ocho euros y me ahorro los baches con los que Audasa, Autopistas del Atlántico, premia la fidelidad de los usuarios de la AP-9.
Bastante bien el primer día de convivencia con Celsito, el reservorio subcutáneo que llevo instalado desde ayer dentro del pecho. Celsito es pequeño, aunque no peludo, ni suave, blando por fuera como silicona sobre lecho de titanio, eso sí. Nos estamos acostumbrando el uno al otro, del roce nacerá o el odio o el cariño, pero estamos condenados a entendernos para mucho tiempo.

Sigo instalado en el cansancio extremo. El bastón de trekking es una tercera pierna imprescindible en esta situación. Estoy convencido de que con un poco de sol se me levantaría la paletilla, pero la radiación ultravioleta es un bien escaso en el noroeste. A la que pueda subirme a un avión no me lo pienso y me instalo en el Mediterráneo una temporada.

Vamos a 159 por hora porque lo dice la pantalla, pero tengo una sensación de ir pedaleando que para qué. Me da la impresión de que, en cualquier momento, el revisor se descolgará desde lo alto con un par de escobas en las manos para asustar a la chavalada. Aunque no voy precisamente por la orilla del Miño, que le ponga la banda sonora a este telegrama ferroviario Andrés Do Barro, que cayó en el frente oncológico cuando tenía mi edad. Do Barro consiguió llevar al número 1 una canción en gallego en plena dictadura franquista, un súper héroe con guitarra. Vamos allá. No dejéis de leer hoy a Xavier Alcalá recordando a Do Barro en La Voz de Galicia.

Y por el mismo precio… Adriano Celentano. Estamos que lo tiramos, oigan