171. Bajo mínimos

por Nacho Mirás Fole

Éramos pocos y parió la abuela. Los daños colaterales en esta cruzada contra el cáncer no hacen más que aumentar. La última cefalea fue tan brutal que tuvimos que atacarla con morfina, y eso tampoco estuvo exento de efectos secundarios y de su correspondiente vuelta de tripas. Y se manifestó además un hipo tan exagerado que me pasé día y medio comprobando que no me hacía los coros la tuna compostelana cada vez que el bazo arrancaba por su cuenta la copla que empieza: «¡JHip, hip!» y termina con «¡Hurra!».

El hipo ha contribuido a llevar al límite el estado de extenuación en el que vivo instalado. Me cuesta incluso utilizar el teclado del ordenador, cosa que no había ocurrido jamás. En mi entorno más inmediato se emperran en que si hago propósito y chasqueo los dedos, volveré a ser el gladiador que era antes, cuando me alisté hace ya 18 meses. Juro que no puedo. Ni ayer ni hoy  me ha respondido el chasis. Quizás según avance el día… No es algo psicológico, es algo físico y es, ahora mismo, más fuerte que yo. ¿O es obligtorio estar al cien por cien todos y cada uno de los días? No pretendo dejarme llevar, pero hoy no tengo fuelle, ya lo tendré, que nadie me agobie más todavía. A ver si con música…