Parlamento viene de «parler»

por Nacho Mirás Fole

El cabreo constante del público que, hasta ahora, accedía a los plenos del Parlamento de Galicia, es un efecto colateral de la situación que nos toca vivir. Nunca las broncas habían subido tanto de tono porque nunca la realidad había sido tan dura. Una sede parlamentaria, efectivamente, no debería convertirse en un tenderete de verduras. Una institución en la que se sienta el pueblo representado debe estar salvaguardada de la gresca de la calle… Muy bien, dicho esto, hay otra cosa indiscutible: el Parlamento representa a todos los ciudadanos, y los ciudadanos, al menos una parte muy importante, están hasta las mismísimas narices de soportar lo indecible, han tocado fondo. Prohibiendo la entrada al público en los plenos, la presidenta no cumple con su misión, sino que se adelanta a los acontecimientos, como hacía la policía en Minority Report. Doña Pilar, no es usted el capitán John Anderton, jefe de la Policía PreCrimen en Washington D.C. Dudo mucho que tenga escondida en la trastienda una pareja de precognitivos. Demuestra además tener poca mano izquierda, o ninguna. Pensar que para acabar con la rabia lo mejor es erradicar a los perros es una muestra más de lo desconectada que vive la clase política de los ciudadanos a los que, se supone, representa. Si les impiden entrar, los indignados cargarán con  sus mochilas llenas de razones en la calle, como han hecho hoy. Y allí seguirán y acamparán el tiempo que haga falta, complicándole la vida ya no solo a los políticos, sino a todo el mundo. Si algo le sobra al que ya no tiene nada que perder es tiempo. Las prohibiciones, las identificaciones y las cargas policiales no hacen más que alimentar sus motivos, por muy ilegítimos que algunos puedan considerarlos. Y no perdamos la perspectiva: aquí, de momento, se grita, nada más. No es poco, pero no es tanto. La presidenta debería ser clara con las normas y no pasar ni media, perfecto; al primer desorden, tarjeta roja y expulsión. Pero lo que no puede hacer es poner la venda antes de que sangre la herida, porque infectará el tejido sano. Hay dos maneras de hacer las cosas, hablando o por imperativo legal. Y la experiencia nos demuestra qué se consigue con el mazo. Busquen negociadores y hablen hasta que se les seque la garganta, porque en la palabra reside, precisamente, la grandeza de la institución. Además, les pagamos por ello.