134. Alguien ha hecho su trabajo; ¡he cobrado!

por Nacho Mirás Fole

Solo unas líneas rápidas. He cobrado la «Prestación por incapacidad temporal» a primera hora de la mañana. Todo dentro del plazo legal, ya lo dije ayer, pero más tarde que mis compañeros sanos que ingresaron hace unos días. Lo que de verdad me jode es que el sistema español ampare este pago como de favor a la persona más vulnerable y que la mayor parte de las consideraciones que escucho a mi alrededor sean del tipo «es lo que hay»; «no te amargues»; «el sistema funciona así». ¡Que no, que las revoluciones no se hacen sentado en el váter y mirando la vida pasar!

Si alguien la ha dado al botón para hacer efectivo el ingreso a primerita hora es porque he hecho ruido, porque tengo muy mala hostia y porque no me callo ni debajo del agua. Porque tengo alma y no tengo calma. Seguro que hay miles de personas en situación similar que, esta hora, siguen preguntando por su dinero.

Así que no voy a darle las gracias al currito que ha hecho la gestión; le va en el sueldo, amigo. Y recuerdo que el día 15 toca la paga de Navidad y que lo mismo que entierro ahora el filo del hacha de guerra, la saco de nuevo al exterior o enciendo la motosierra. ¿Qué carallo de espíritu de bien mandados es ese que nos posee? ¡Juegan con lo nuestro! Si usted se deja, allá usted, pero conmigo no cuenten. Los de la hipoteca no se andan con hostias para cobrar, y les da lo mismo si me paga una mutua que una empresa que la fundación Amancio Ortega -coño, qué ideaza-.

He pasado una noche horrible, otra más. Me duelen los zurcidos, apenas duermo, veo cómo pasan por el reloj las horas, las medias… Llevo justo una semana craneotomizado por segunda vez y el cuerpo está como está, hinchado de anticonvulsivos y cortisona. Haré lo posible para salir un rato a la calle apoyándome en un bastón e trekking que me ampara en las subidas. Y seguiré de cuerpo presente. Agradezco todo tipo de consejos menos, como ya escribí hasta hartarme hace ahora un año, las recetas de paciencia. La paciencia se receta cuando no queda más alternativa.

Ayer, antes de irme a la cama, colgué en la red una tremenda foto de la cicatriz con 26 grapas metálicas que me cierra la cabeza. Seguro que a alguien le pareció fuera de lugar, obscena, extravagante, pero me da exactamente lo mismo: es mía y la comparto. Internet no es obligatorio. Se la dediqué especialmente a la mutua y al Instituto Nacional de la Seguridad Social, siempre tan espabilado para pedir informes que ya obran en su poder y para tocarte las narices cuando menos falta te hace. Si todo esto que hago -está usted como una puta cabra, amigo, pensarán muchos- le sirve a alguien más para endulzar sus pasos amargos en el caminar torcido de la oncología médica, ya lo doy por bueno. Y si no también, es lo que me ha tocado y lo gestiono yo.

Lo dicho, ni gracias ni historias. A mí no me dan las gracias por hacer mi trabajo, seguro que tampoco demasiado a usted, o menos de lo que deberían. Si me acompaña el pastillamen, que me tiene las entrañas destrozadas, ya iré contando algo más. Quem tem alma não tem calma. Los que tengan alma que me sigan.