143. La oncología y el pleonasmo, interacción y propuesta

por Nacho Mirás Fole

No me canso de predicar que en el mundo de la medicina, en general, y en el de la oncología, en particular, la comunicación con los pacientes es manifiestamente mejorable. Desde esta mañana llevo en la cartera un carné que dice literalmente, y no pongo ni quito nada: «A esta persona se le ha implantado un sistema implantable de acceso. Ver instrucciones de uso». No te jode… si me hubieran implantado un sistema no implantable, entonces sí que sería la leche. Al margen de la redacción lamentable del documento que me acredita como poseedor de un sistema implantable de acceso Celsite, modelo Discreet STL205P, la buena noticia es que ya tengo puesto el Celsito, como me referiré a partir de ahora al reservorio que, desde su ubicación en la clavícula derecha, me da un ligero toque cibernético que tiene como cometido facilitar las maniobras en la sala de quimioterapia durante los muchos meses de tratamiento que me quedan por delante.

«Celsite Discreet. Rechace imitaciones», se me ocurre después de leer otra vez el nombre de mi pequeño chirimbolo de fabricación francesa. ¿Te mola mi Celsito?

Toda una experiencia ha sido mi paso esta mañana por el quirófano de la Unidad de Cirugía Mayor Ambulatoria (UCMA) del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela, donde todo salió estupendamente.
Entré pelín acojonado, no me importa decirlo. Si ya me asusta pasarle la ITV a la Vespa porque siempre hay un tiquismiquis de uniforme que te encuentra una luz fundida o un tornillo flojo, ¿cómo no iba a estar nervioso siendo yo directamente la Vespa rectificada? Me tranquilizó el transporte y la compañía del sobrino de la tía Claudina, que tiene podio en esta carrera de fondo en la que hay unos saboteadores dirigidos por un tal Murphy que te van alejando por las noches la línea de meta.

Ni tiempo tuve de calentar las sábanas en la habitación 004, pero sí de estrechar la mano de Carlos, compañero del fregado oncológico que también se fue a casa tuneado con un Celsito Discreto igualito al mío. Hoy íbamos a hacer gasto y lo hicimos. Mejor nos habríamos conocido en un bar, Carlos, pero como las circunstancias son la que son, hagamos de la necesidad virtud y disfrutemos de que nos hayan implantado un sistema implantable y no uno que no lo sea. No es que me moleste el pleonasmo como recurso literario, señores de los laboratorios B | Braun, pero creo que está de más en un carné de portador de Celsito Discreto con el que tengo que justificar que se alteren a mi paso los arcos de seguridad, da lo mismo si es en Hacienda en Salgueiriños que en el aeropuerto de Lavacolla. «Sí, señor guardia, que llevo implantado un sistema implantable, ya ve cómo me las gasto…».

La anestesia local hizo su trabajo y apenas noté nada mientras duró la colocación del dispositivo, que ahora me achatarra las entrañas. Chorro escandaloso de Betadine, Cadena Dial en la radio, las palabras tranquilizadoras de Mercedes, una de las enfermeras… y buen pulso el del doctor López a la caja de herramientas y el catéter. Y qué buen manejo de la silla de ruedas por parte de Ana, la celadora que me movió por ese Tetris lleno de almacenes y cuartuchos que es la UCMA.

Voy mucho mejor de la bronquitis y ya estoy mucho menos apaquirrinado en la zona de la brecha por la que parí dos tumores cerebrales en un año, señal de que el antibiótico vale lo que cuesta. Ya en casa, solo quiero escribir una última cosa para evitar que cualquier día le ponga mal gesto a alguien o, lo que es peor, le suelte un improperio y lo deje patidifuso: que tengo la cara más redonda y que la cortisona me ha hinchado como a un pez globo es un hecho, así que no hace falta que vayáis por ahí diciéndome: ¡Estás más gordo! Hoy me ha ocurrido dos veces, así que, desde el cariño lo digo: no me aporta nada y, al contrario, me jode profundamente que me recuerden lo evidente, que bastante incómodo estoy.

Tengo suficiente con los espejos de casa como para ir reflejándome por ahí en los comentarios gratuitos y hasta ofensivos -me da igual que sea sin intención- de quienes hablan más rápido de lo que piensan. Lo digo como lo siento y, por lo que he comprobado, es  un sentimiento que compartimos muchos enfermos. Si no os parecemos lo suficientemente delgaditos o lo suficientemente lozanos, mejor nos callamos ¿De acuerdo? Es como cuando me dicen que tengo «mala cara», Con lo que llevo encima y sin apenas dormir, invadido de células que se reproducen a lo loco, sin dos trozos de cerebro y preocupado por sobrevivir… ¿que pretendéis? ¿que la tenga buena?

Al próximo que no pueda contenerse le enseño lo bonito que tengo el torso, lleno de acné; o lo triste que me han dejado el pecho después del rasurado; o las estrías que me atraviesan la barriga en vertical que parezco el niño del pijama de rayas sin pijama. O lo que es peor: me pongo a sacarle defectos yo: culos, chichas, arrugas o lo que aprecie a simple vista y acabamos como el rosario de la Aurora.

Apenas noto a Celsito Discreto mientras escribo, creo que acabaremos llevándonos bien mi aparato y yo. Gracias a todo el equipo que ha hecho posible el implante. Para mí era importante seguir avanzando hacia las líneas enemigas y ese paso ya está dado. A ver si el lunes abrimos el surtidor, me dejo invadir por el CPT11 y escribo otro capítulo en estas memorias sanitarias que sirva para dar fe de que el enterrador puede tomarse una excedencia.
Eladio, amigo, cántamela otra vez.»Si aquí nunca nieva, aquí solo llueve, y bajo la lluvia crecemos más fuertes. Ya sé que tu juras que hay un futuro, y el tiempo futuro yo creo que este!…» Sí, es mi Vigo lo que sale en el vídeo, mi tiempo pasado, espero que mi tiempo presente.