142. Bronquitis, ¡A escena!

por Nacho Mirás Fole

Por si no éramos bastantes personajes en esta pesadilla antes de Navidad, va y se cuela una bronquitis oportunista en el cásting. Ha irrumpido además con tantas ganas que he acabado ganando un viaje con todos los gastos pagados en ambulancia asistencial del 061 a Urgencias del Hospital Clínico, donde me he convertido en objeto de observación buena parte de la jornada. Nunca tendré palabras suficientes para insistir en la calidad humana de la gente de la sanidad pública que nos mantiene vivos. Ni para despreciar a los modistas/os del Servicio Galego de Saúde, que antes de andar por ahí colocándonos a los enfermos camisones con lacitos en el culo, deberían ponérselos ellos de traje de noche e intentar hacer una vida normal. ¡Qué cosa incómoda de llevar y lamentable de lucir! Estoy por moverme por ahí con un taparrabos en la mochila, por si vuelven a ingresarme por sorpresa y tengo que improvisar.

La de hoy ha sido una batalla dura de la que he salido vapuleado y con una sensación de asfixia tal que juro que pensé que me ahogaba, pero he alcanzado la superficie después de nadar hasta con las orejas y puedo contarlo mirando desde arriba a los tiburones que amenazan con comerme las piernas.

Ante el aluvión de mensajes que me llegan por todo tipo de canales, vaya por este cauce el parte oficial, que no estoy para contestar uno por uno aunque lo merezcáis.

Dada mi situación inmunodeprimida, las contraindicaciones y las interacciones entre potingues, el riesgo de infecciones y otros factores que hay que tener en cuenta… el médico tuvo que afinar con el antibiótico. Salió el caro carísimo, pero parece que es el que mejor va. Ochenta eurazos por dos cajas que pagamos a medias entre la Seguridad Social y el presupuesto familiar. Seguir vivo no es barato, no.

Que me colocarán el viernes por la mañana el famoso reservorio por el que me introducirán la quimio es -salvo imprevisto- seguro. Otra cosa es que el paciente impaciente esté lo bastante entero el lunes para poder tuitear el sorteo de la Lotería de Navidad desde una de las salas de tratamiento del Hospital de Día mientras el CPT11 corre por mis venas, mujer, no tengo problemas, de amor…. Lo que me pasa es que estoy loco por privaaaar.

El caso es que no consigo recuperarme de una y ya estoy peleando con la siguiente. «Dios aprieta, pero no ahoga», me dicen los que creen como si, encima de tener lo que tengo, tuviera que andar todo el día dando gracias al más allá por mantenerme en el más acá. Que no me da la gana, desde el respeto lo digo, pero que no. «Sí, Dios aprieta pero no ahoga, ¡pero la cuerda no la suelta, señor cura!», solía responderle al párroco de A Salgueira y capellán del Real Club Celta, Carlos Areán, mi tío Antonio, -el penúltimo de Os Peruchos de Castrelos, del que heredé parte de este espíritu contestatario, irreverente por necesidad y salvaje hasta cierto punto que tanto ayuda en la supervivencia extrema agudizando los sentidos. Que ya está bien de buenismo gratuito.

Cambio y corto con una de mis favoritas de Extremoduro. So Payaso es una obra de arte. Quién me iba a decir que después de una mañana tan agotadora iba a acabar con ganas de rock & roll de Plasencia. Esto va a ser un efecto secundario del antibiótico caro, verás… Disfrutadla. Hoy creo que dormiré sentado.