110. Escaso de neutrófilos

por Nacho Mirás Fole

Pues que tengo los neutrófilos como los dientes tenía la abuela de Gila, como perlas: escasos. El análisis de revelado rápido que me hicieron ayer en oncología médica salió pelado de ese ingrediente en la sopa Minestrone que me riega los adentros. No es para preocuparse, pero como a las infecciones las carga el diablo, mejor curarse en salud antibiótica y seguir unas semanas más con el Septrín Forte. Siempre fui más de Superlópez que de Superman y el tiempo me ha dado la razón: no por nada mi oncólogo es López al cuadrado.

¿Que qué son los neutrófilos? Ya sabéis, los polimorfonucleares de toda la vida. ¿Tampoco? La medicina es así: pudiendo llamarle a algo «chosco» o «perrecho», que son palabras mucho más fáciles de recordar, le cascan al asunto dieciocho letras y aquí paz y después gloria. Y lo de salpicar esdrújulas a las enfermedades es, de verdad, una obsesión. Con lo cómodo que sería escribir que tengo los perrechos bajos. Así salen después esos tochos en las librerías médicas, que hay que transportarlos en carretilla.
Los neutrófilos, decía, son la unidad de intervención policial de los leucocitos y su misión es fagocitar bacterias y hongos. Como los míos están de capa caída, hay que animarlos a pastillazos. Claro que a la medicina convencional yo le añado cualquier cosa de Rafaella Carrá y nos venimos arriba todos. ¡Que fantástica, fantástica esta fiesta! Que el Septrín es un herbicida para mi flora intestinal es un daño colateral que intento paliar con bífidus y otros organismos de cuchara.

El pequeño de casa cumple hoy cuatro años y entre los preparativos y el aniversario mismo estoy que no paro. El jueves llevaré de paseo a mis neutrófilos desordenados a la Casa del Libro de Vigo a eso de las ocho de la tarde. Y el viernes a la misma hora, al Liceo de Ourense. Me gustará abrazar a discreción. No salgo de casa sin boli y sin una frase para dedicar. Juro que no cito jamás a Paulo Coelho. Si tenéis excedentes de hongos y bacterías, mejor evitadme, no vayamos a liarla.

¿Puedo llamarte Rafa? Pues alégrame la mañana, Carrá.