103. Sobre Ashya King, su tumor y el temor de sus padres.

por Nacho Mirás Fole

A estas alturas de esta película de terror basada en hechos reales, después de una craneotomía pterional que duró siete horas, de treinta sesiones de radioterapia en acelerador lineal de partículas, otras 45 dosis simultáneas de química y seis ciclos más de citotóxicos para completar el fregado, en posición vertical y columpiándome a perpetuidad en el alambre del cáncer, pero vivo, quiero esta mañana nublada escribirle a los padres del pequeño Ashya King, compañero de tumor cerebral en la sección infantil y protagonista involuntario de uno de esos seriales periodísticos que aparecen todos los veranos. Como mi circunstancia me da más autoridad para opinar que algún tertuliano cabreado que he escuchado estos días, y como en mi blog mando yo, ahí va lo que tengo que decir.

Respeto la desesperación de unos padres que buscarían debajo de las piedras con tal de salvarle la vida al chaval. Los periodistas, instalados como estamos en esta incompatibilidad entre el rigor y la prisa, hemos intoxicado el caso aderezándolo con el azafrán amarillo de la religión. Y enseguida empezó la opinión pública a rasgarse las vestiduras con la posibilidad de que Ashya solo fuese una víctima de la superstición y la ingorancia de sus mayores. Después de masticar el asunto, de pensarlo -qué falta va haciendo que los obreros de la información inmediata recuperemos la vieja costumbre de contrastar, incluso solo de pensar- descubrimos que el caso King no tenía tanto que ver con el más allá y sus posibilidades como con el legítimo derecho de cualquier ser humano a una segunda opinión, a una alternativa. Hasta con su derecho a equivocarse. Los King no creen en que los fotones y la química de laboratorio que a mí me van dando resultado y minutos en el campo vayan a servir para que Ashya llegue a hacerse mayor. Alguien los asesoró sobre los beneficios de un tratamiento experimental con protones que se hace en la República Checa. Allá ellos, pero yo sigo vivo casi un año después sin haber viajado más allá del Hospital Clínico de Santiago; a Praga solo fuimos hace años con la caravana a hacer turismo.

Durante todo este tiempo dando barrigazos en la guerra del cáncer he recibido todo tipo de consejos sobre alternativas, potingues, oraciones… «Déjalo todo y bebe mucho zumo de limón», me han llegado a decir. Hostia: ¿Se lo creen de verdad o quieren matarme? Steve Jobs es mi disculpa: con su abandono de la terapia convencional y la fe ciega en las alternativas pseudo naturales -no son tales tampoco, que hay todo un tenderete comercial montado a su alrededor- no consiguió el padre del iPad prolongar su vida más allá de la de una batería de móvil viciada. Y no sería por pasta o por formación. Él apostó libremente al negro y salió rojo.

Yo, libremente, he depositado lo que me pueda quedar de fondo en la carrera de la vida en manos de la sanidad pública, de la oncología médica, la radioterapia, la farmacia… Así como no me molestan las recetas alternativas cuando llegan desde la buena fe, me cabrean los que están convencidos de que enfermedades como la mía y su tratamiento son el fruto de complots entre laboratorios, médicos y oscuros poderes económicos empeñados en matarnos de antemano para luego vendernos el antídoto. No me da la gana. Es cierto que el género humano es abominable a veces, pero la conspiranoia sistemática, sin pruebas, me pone del hígado. Vivir mata, eso sí que es un hecho incuestionable.

Yo sigo aquí de momento gracias a la medicina convencional, señores King. Si mi testimonio le sirve a los padres de Ashya para repensar el asunto, aquí lo tienen, por escrito. En cualquier caso, es mejor que hable quien sabe, una de las personas que más implicadas está en mantenerme de cuerpo presente en este mundo de locos: el jefe de Oncología Médica del Hospital Clínico Universitario de Santiago, Rafa López, mi oncólogo. Hoy lo entrevista en La Voz de Galicia mi compañera Elisa Álvarez. Así que yo cierro la boca. ¡Claro que noto los efectos tóxicos de un tratamiento que me estruja las entrañas! Pero sigo levantándome con mis hijos todas las mañanas y creo en los que dedican sus vidas a salvar a gente que no conocen de nada. Familia King: mucha suerte. Doctor López: muchas gracias.

Rafael López: «El tratamiento más eficaz es el de radio y quimioterapia»

Elisa Álvarez. La Voz de Galicia, 3 de septiembre

Rafael López es el jefe del servicio de oncología médica del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS). Su postura en toda la polémica sobre el arresto de los padres de un pequeño que se llevaron a su hijo de un hospital británico sin el consentimiento del centro es escéptica ante el comportamiento que han tenido los tutores del menor. Es decir, recela de que cualquier tratamiento alternativo en el que pudiesen pensar los progenitores sea más eficaz que los que actualmente se utilizan para abordar el tumor cerebral en los principales hospitales, la quimioterapia y la radioterapia.

Sobre la terapia con protones, una nueva técnica de radioterapia por la que en teoría los padres se llevaron al menor, Rafael López asegura que todavía hay muchas variables que no se conocen, y aunque no es un experto en ese tema, admite que se trata de un procedimiento que se está aplicando de forma experimental, que no está del todo desarrollado, dirigido únicamente a situaciones muy específicas y cuyos resultados -precisamente por esta fase incipiente aún de la tecnología-, se desconocen.

Además, sostiene el responsable de oncología del CHUS que el tratamiento más eficaz y contrastado para luchar contra el tumor cerebral es la radioterapia y la quimioterapia, que presenta además un porcentaje de curaciones elevadas. Uno de los motivos que argumentaron los padres del niño Ashya para sacar a su hijo del hospital es que la terapia con protones tiene menos efectos secundarios para el menor. Rafael López admite que efectivamente la quimioterapia es agresiva y tóxica «pero es lo que tenemos». Y añade que precisamente los niños se curan mucho mejor que los adultos con estos tratamientos. «Los tratamientos de oncología infantil son más eficaces que en la oncología de adultos», explica este profesional médico, quien lo achaca a que posiblemente los tumores sean más sensibles o a que los niños aguanten mejor los tratamientos que las personas mayores.

Suiza o Estados Unidos

La técnica que solicitaron los padres para el pequeño Ashya tras ser detenidos en Málaga se realiza en muy pocos países, como pueden ser Suiza o Estados Unidos, y es muy cara. Además, este tipo de radioterapia que utiliza un haz de protones no es eficaz en todos los casos, por lo que, incluso en el caso de que se admitiese esta opción para el menor, puede que no fuese adecuada para él.