85. La cuchillada y los delitos

por Nacho Mirás Fole

Tengo apadrinados a un par de buscavidas callejeros de Santiago; supongo que es un poso de la catequesis salesiana, de la que saqué en claro -además de las proyecciones dominicales de los grandes éxitos de Bud Spencer y de que yo tengo un amigo que me ama, me ama, me ama- que hoy eres tú el que necesita un euro; mañana puedo ser yo. No salgo a buscar a mis beneficiarios pero, si me los encuentro, sonríen porque saben que me rascaré el bolsillo. Uno de mis favoritos es un punkie malabarista que se pone con su pareja en el Preguntoiro compostelano, un poco más arriba de la central de El Correo Gallego. Eso que hace de estirar la mano y pedir «¿Una monedilla?» mientras sobre su cabeza vuela un artefacto de madera que se parece a un bolo deforme me parece incluso arriesgado; la cresta lo protege, claro. Pero yo no tengo.

Hemos intercambiado pocas palabras en todo este tiempo. Pero el otro día, justo después de haber cotizado unas calderillas para su número artístico, se fijó en la cicatriz en forma de interrogación que me cierra el lado derecho de la cabeza y me señaló con el dedo esa raja por la que traje al mundo por cesárea un tumor cancerígeno, al tiempo que se desgañitaba en aspavientos.

-¿Pero quién te ha hecho eso, muchacho? ¡Menudo hijo de puta! ¡Su maaaadre!

-No es lo que parece, fue para bien.

-¿Cómo va a ser esa cuchillada para bien? ¡Mira que hay cabrones sueltos! ¿Quién te lo hizo, tío!!!???

-Que no, que me lo hizo el médico, que me tuvieron que operar.

-Joder, me dejas más tranquilo, pensé «que te rajaran». Pero menuda cuchillada, tío. ¿Te duele?

-Solo cuando me río.

Me gustó que el malabarista punkie saliera en defensa del acuchillado y en ataque del carnicero aún sin conocer los detalles de la craneotomía pterional. Solidaridad obrera. Y agradecimiento. Me sentí tenido en cuenta por un tipo que bastante tendrá con salir adelante haciendo equilibrios en el alambre de la vida y tirando mazas al aire como para ponerse en mi pellejo. La gente es cojonuda, de verdad. Allá lo dejé.

Le conté la anécdota el otro día a mis compañeros de la central de La Voz de Galicia, a los que me gusta ver de vez en cuando, sobre todo ahora que estoy de baja. Cuando llevas 23 años trabajando en el mismo equipo, si el roce no hace el cariño es que igual estás como Bruce Willis en El sexto sentido y no te has dado cuenta. O estás en el sitio equivocado. Es cierto que en los trabajos se suele hacer más compañeros que amigos, pero con grados y todo me siento muy acompañado por mis colegas de La Voz, capaces la mayoría de liarse a piñas con el neurocirujano, como el punkie de las mazas, para devolverme la honra si llegara el caso. Y no es por corportativismo, que es otra cosa. Somos familia. El jueves tenía el olfato especialmente disparado, así que el festival de perfumes de mujeres de la comunicación que me traje impregnado de Sabón me alegró el día. El olor es un sentido infravalorado; estoy por no lavar la camisa en una temporada.

Me gusta que muchos de los que leéis este blog vayáis descubriendo, por efecto rebote, el trabajo de otros compañeros que se dejan la piel mecanografiando la realidad en estos tiempos convulsos. ¡No sabía que hubiera tan buenos periodistas en Galicia!, me dijo el otro día alguien por correo electrónico desde el otro lado del telón de grelos. Lo que no hay es trabajo en el sector, señora, pero talento y ganas sobran.

Quiero cederle ahora espacio a mi compañera Tamara Montero, que hoy se marca una simpática opinión en las páginas de sociedad de La Voz. Hay un nuevo periodismo que se hace en las trincheras de los medios que, en algunos sitios, siguen llamando «regionales» con ese desprecio igual no pretendido con el que también se refieren «a los de provincias». «¡De provincias son ustedes, que cuando salen de Madrid tienen Segovia o Guadalajara; yo desde Ferrol, tengo del otro lado de la ría Nueva York!», se defendía Torrente Ballester calzándose los puños con los guantes de boxeo de la retranca patria.

La Montero me entusiasmó el fin de semana pasado con su retrato del mundo «jister» desde dentro: «Soy jister y no doy hecho«, se titulaba la pieza. Hoy ha vuelto a hablar Tamara, «e falou ben».  Una columnita cargada de sentido común y una cierta irreverencia muy necesaria en los tiempos del cólera. Que siga «haciendo» delitos como este, que dice así:

Muchos delitos decimos

Tamara Montero

La Voz de Galicia, 24 de mayo de 2014

He vuelto. Vengo de andar un rato por el Twitter, que como sabrán es la fuente de todo mal, que lo dice el que más sabe de cosas de mala gente, el ministro del Interior. Este señor está poniendo a unos señores policías a leer todos los días el Twitter entero —supongo que serán muchos, porque esto es como intentar leer Internet hasta el final o pasar el Super Mario sin usar la flauta esa que te cambiaba de mundo— para ver qué ladramos y si hacemos delitos. Y parece que hacemos delitos todos los días, hacemos delitos seguido, casi cada tuit que echamos al mundo es constitutivo de delito. Pero el señor ministro no está abordando el problema en toda su extensión. Se queda corto. Porque yo sé que también se dicen delitos en la barra del bar, muchísimos delitos, creo que hasta más que en Twitter. Así que le recomiendo que asigne a un señor policía a todos los bares. Y a las paradas de bus, que también se dicen muchos delitos. Y a la cola de la charcutería, y a las horas del café de los trabajos. Es más, podría acabar con el paro si contrata a los policías que hacen falta para controlar todos los sitios donde decimos delitos. Debería poner un policía en cada casa a la hora de comer, que ahí decimos muchísimos delitos. Hay que poner a toda la policía a ver qué delitos decimos. Porque es el mayor problema que tenemos en este país. ¿No?

Y, para Tamara, Los Tamara, que fueron unos «jisters» de su época que incluso se atrevieron a meter parrafadas en gallego en sus canciones. ¡Unos tipos de provincias! Pucho, Prudencio, Tocho… first, we take Manhattan… Feliz fin de semana. Entre el furbo y las elecciones, como diría Montero, «no vais dar hecho».