51. Que no sea un jueves cualquiera

por Nacho Mirás Fole

Hoy seré breve, que esta tarde me picó la mosca Tsé Tsé y caí rendido. Me frieron por la mañana, después tocó la ruta de la burrocracia… lo de siempre. Como el jueves quiero salir por la noche para escuchar a mis admirados amigos Carlos Blanco y Xosé Manuel Budiño en Arteria Noroeste (rúa Salvadas, sede de la SGAE, en Santiago), permitidme que salude rápido, que os cuente que me encuentro de bien como si en vez de citotóxicos me estuvieran envenenando con cápsulas de cocido; y que la quemadura de la oreja, producida por los fotones radiactivos, está contenida. Me voy a la cama y os dejo unas lecturas revenidas que parí hace ya unos años. La primera se titula El espuni y surgió de una conversación entre mi padre y mi hija en octubre del 2009, cuando ella tenía solo dos años. Fue todo un viaje. La segunda, unas redondillas que, respetando la métrica, compuse para liberar tensión el último día de julio de ese año, cuando se acabaron las vacaciones y tocó regresar al trabajo. Y al final, como siempre, minutos musicales por partida doble. Disfrutad.

El espuni

 (Conversación entre Pepe y Ane Mirás. Vigo, octubre 2009)

 -«¡Abuelo, abuelo, háceme un espuni!»

-Vamos.

-«¡Háceme un espuni, háceme un espuni!»

-Venga, vamos al jardín.

Escucho la conversación entre mi hija y mi padre y tengo la impresión de no sintonizar su frecuencia, de haberme perdido algo. Ella le pide un «espuni» y él la comprende perfectamente. ¿Qué carallo es un «espuni»?

Salimos los tres al jardín y observo. Mi padre coge dos pinzas de madera, monta una sobre la otra, cuenta hacia atrás del diez al cero y, con una uña del pulgar, dispara al aire la pinza de arriba, que sale propulsada hacia el cielo por su dedo pulgar.

-«¡Mira, Ane, ahí va, el Sputnik!»

Ane aplaude: «¡El espuni! ¡Va a llegar a las estrellas! ¡Va a llegar a la luna!», dice mi hija.

El satélite vuelve a caer sobre la mesa del jardín, pero la cara de Ane es de absoluta emoción durante los dos segundos escasos que tarda el pequeño cohete de chopo en completar su vuelo y regresar a la tierra. Me quedo mirándolos y me doy cuenta de que es un viaje privado, para ellos dos solos, una travesía a la que nadie más está invitado. Y entonces recuerdo que, una vez, hace más de 35 años, yo también fui un cosmonauta montado en una pinza de la ropa. ¡Apartaos, que ahí va el espuni!

Redondillas del final de las vacaciones de julio del 2009

Se acaban las vacaciones
y toca volver al curro.
¡Es injusto, no me aburro!
pero el sistema se impone.

En esta ciudad de curas,
donde adoran a un churrasco
donde llueve que da asco
las jornadas son muy duras.

¡Necesito un masajista!
El retorno me acongoja
Si yo fuera la Pantoja…
no sería periodista.

Mis sueños de millonario
se desinflan cada viernes
y me apedreo los dientes
si acierto el complementario.

Si la suerte me acompaña
-no juro por no jurar-
no volveré a madrugar
y no viviré en España
(o al menos no todo el año, coño, que estoy hasta el moño del tiempo de otoño y la lluvia gallega que al cuerpo se pega)

¡Adiós, cerveza! ¡Hola, mosto!
A la orden, mi sargento
Siempre trabajo contento…
qué duro va a ser agosto.

El verano tuvo tela
pero ahora se ha acabado
¡Que me quiten lo bailado!
¡Sóplame aquí, Compostela!

¡Qué cabrón eres, agosto!
Estabas ahí esperando
al acecho, vigilando,
para escupirme en el rostro.

Aparta de mí, asqueroso.
Que no traes nada bueno.
Huele fuerte tu veneno.
Pero saldré victorioso.

Os dejo con música para irse a dormir y para despertar. Si os acostáis con la memorable comida de morros de Robbie Williams a Daryl Hannah -cómo me ponía mí esa mujer antes de que la recauchutaran- y os da los buenos días Serena Ryder, un vulgar jueves seguro que muta en jueves santo y reluce más que el sol. Amaos los unos sobre los otros.