14. Mi vida en una palangana
por Nacho Mirás Fole
Que me hayan extirpado un trozo de cerebro, con su correspondiente lacasito, me convierte, en rigor, en un descerebrado. Y a los hechos me remito: mi cerebro no tiene ni el mismo peso ni el mismo tamaño que tenía hace ahora, justo, una semana. Lo que me preocupa de esta situación es que los doctores Allut y Prieto, que son al cerebro lo que los mecánicos del Monster’s Garage al tunning, se llevaron en la palangana a la que echaron mi trozo indeseable cierta información que utilizaba esa superficie como disco duro, unos cuantos datos fundamentales para la cosa de vivir, que no es cosa menor. «Te hemos tocado el área de la afectividad, el lenguaje y la memoria. Además, el lóbulo temporal derecho se encarga de interpretar los olores. En cualquier caso, todo debería de funcionar bien», me dijo el neurocirujano. Después de siete días de comprobaciones y testeos, los daños colaterales se concentran sobre todo en la afectividad y en el olfato, hasta el punto de que no reconozco ni mi propia casa. No os podéis ni hacer una idea de lo que es no reconocer tu ropa, tu habitación… a tu gente. Somos mamíferos y esto no es una cuestión de estar acatarrados y de que unos miserables mocos no te dejen interpretar el decorado, sino de que toda la gama aromática que identificaba mi entorno ha ido a parar a la palangana de un quirófano y ha sido sustituida por otra completamente diferente. Te dan unas pautas de medicación, te dicen cómo hay que hacerse las curas… pero nadie te explica cómo te tienes que adaptar a un entorno en el que, de protagonista, pasas a ser un invitado. Es horrible. Siento un deseo inexplicable de huir lo más lejos posible. Y aún sabiendo que hay mucha gente preocupada a mi lado, querría simplemente otra vida, una vida en la que mi cabeza no tuviera tres placas de titanio, quince grapas y una sensación permanente de tristeza que me invade las veinticuatro horas del día. «Ten paciencia», te dicen, como si la paciencia la vendieran en el estanco de abajo o la despacharan en la plaza. Cuando recetamos paciencia es porque no tenemos ni puta idea de por dónde va la cosa. Supongo que soy mal enfermo, que es lo que nos suele ocurrir a los que tampoco somos, me imagino, buenos de llevar cuando estamos sanos. Yo necesito mi espacio y mi independencia, y de eso ahora no tengo y lo añoro. Nunca pensé que un trocito de carne en una palangana quirúrgica me pudiera cambiar tanto la vida, doctores. Supongo que toda esta situación me va a resituar en el mundo hasta un extremo que ni yo mismo me imagino. Cuando en el primer capítulo de estas memorias sanitarias escribí aquello de «los días tristes», ni por asomo me imaginaba la enorme tristeza que me invadiría hoy. Estos son de verdad, amigos, los días más tristes de mi existencia, atrapado en una película que es como un sucedáneo de lo que había antes. Yo no lo sé explicar. Y el neuropsicólogo, que tiene más de mago de que de científico, trata de convencerme de que el cerebro se readaptará con unos extraños mecanismos que nadie conoce a fondo y todo volverá a ser como antes. Una cuestión casi de fe. Pero yo soy hombre de poca fe, así que solo deseo huir. Y pido perdón, por educación, a todos a los que les toca aguantarme. Me invade, además, el pánico a la llamada que los neurocirujanos me harán en unos días poniendo el apellido al trozo de cerebro desalojado. Cómo no voy a tener ganas de escapar. Lamento no tener un día mejor. Echo de menos tantas cosas y a alguna gente… Eso no me lo han extirpado. Solo una cosa: si también me vais a recetar paciencia, no lo hagáis; para eso ya me automedico y así no me peleo con nadie. Si la cosa mejora os lo haré saber.
Mecagoenlapuñeterapaciencia
No tengo más receta 😦
Nacho mucha fuerza!!! un abrazo. Yo tampoco tengo la receta de la paciencia pues nunca la he tenido…
Nacho, no tengo el gusto de conocerte personalmente y, quizá por eso, hasta ahora me he limitado, a veces, a comentar brevemente tus posts en twitter a pesar de que he ido siguiendo todo el serial. En esta ocasión, sinembargo, soltar cuatro palabras en un retwit de 140 carácteres me ha parecido totalmente fuera de lugar así que, me lanzo.
entiendo perfectamente que tras una operación así, en la que se ha visto afectada una de las áreas más importantes de la vida cotidiana, la tristeza que la sucede es de las que atormentan a uno de la forma más despiadada y cruel. Sentirse alieno a todo lo que te rodea y antes había formado parte de tu mundo ha de ser una de las peores cosas que pueden pasar en la vida. No, no voy a recetar paciencia, simplemente me limitaré a recetarte que llores, grites, patalees, desahógate cuanto necesites sin miedo ni reparo, es la única forma de, poco a poco, ir preparándose para el proceso de readaptación que, indudablemente, vendrá más adelante. Todo lo que empieza tiene un final e imagino que, del mismo modo que era impredecible lo que podía pasar al operar, también lo es el proceso de readaptación que habrá y hasta donde llegará, pero sea como sea, no te des nunca por vencido, solo se trata de un episodio de la serie que, igual que los otros, pasará.
Un fuerte abrazo.
No te receto nada, solo te digo en lo que creo yo; creo que las cosas nos pasan por algo aunque tardemos años en descubrir porque. A veces tenemos que pasar por desiertos para llegar a tierras en las que nunca hubiéramos pensado vivir. En unos años si me acuerdo te preguntaré si ya sabes porque tenías que pasar por esto y es posible que ya lo sepas pero por ahora puedes ir dándole vueltas… un abrazo
Te comprendo y me solidarizo contigo. Yo pienso que también querría escapar y empezar una nueva vida en un lugar distinto, donde nadie me conociera ni me recordara mi forma de vida anterior.
Transcurrido ese tiempo de readaptación y si se producen los cambios necesarios, a lo mejor decidiría volver a reanudar lo que dejé atrás, olvidar y reconciliarme con el mundo.
Un abrazo!!
Nacho – sigues siendo un crack asi que no pares de pensar, de esforzarte, de luchar por ti y por tu pareja y enanos – aprovecha la oportunidad no para que todo sea igual que antes sino mejor! Un abrazo de verdad.
xa que non podo recetarche paciencia, recétoche cava. e, se non che deixan, turrón e cousas ricas. e literatura, e música, tes sorte: tes tempo. apertas!